Los libros Como si fuera su novia de
Osvaldo Bossi y Noctilucas de Walter Cassara, se
sumaron recientemente a la colección ya integrada por Calveyra, Genovese,
Gruss, Andruetto y Diana Bellessi. Para
pequeños y grandes lectores de poesía, es
el nombre de esta colección y pertenece a la editorial Mágicas Naranjas, proyecto
que coordinan Hilda Fernández y Gustavo Gottfried. Como buenas naranjas, cada
uno de estos libros también es pequeño y delicioso, una joyita que invita a un tempo distinto, al ritmo pausado de la
fruición.
Fotografía: Marco Zanger.
-Se acaba de
presentar Como si yo fuera su
novia. Quería saber qué importancia tiene para vos este libro en
particular, y ese poema.
-Más que el
poema, le doy importancia al libro, por todo lo que lo rodea. El hecho de que
pertenezca a una colección de libros de poesía destinada a los chicos le da al texto
una relevancia que yo no hubiera imaginado. Es como si diera una vuelta
completa, y pasara de ser un niño necesitado de comprensión a ser una persona
grande que provee de comprensión al niño. Para mí, es una vuelta perfecta.
-Las ediciones
de Mágicas Naranjas le dan un rol fundamental a la ilustración ¿Qué pensás
acerca del trabajo que hizo Marcelo Tomé en el libro?
-Creo que el
poema se detiene en un punto y él toma la posta, y lo cierra de una manera
extraordinaria, con esa última imagen, de esos dos muchachos tomándose la mano.
De algún modo, está en el poema, pero el poema no lo dice. Marcelo
se animó más que yo.
-Se trata de
una colección que apunta a un público infantil, y al mismo tiempo es un poema
de amor de un hombre hacia otro hombre. Quería preguntarte por el momento en el
cual surge este libro o, dicho de otra forma, ¿Pensás que hace veinte años este
libro hubiese sido posible? ¿Qué creés que cambió, y en qué grado, para que
pueda darse algo de esta índole?
-Para mí todavía
es como imposible, no lo puedo imaginar. Me asombra que el libro se haya
publicado así, con ese poema, con esas ilustraciones, y con ese destinatario.
Me resulta asombroso. Vivimos en una época diferente, que permite que esto no
sólo sea soñado, sino que además se pueda realizar. Me conmueve, también, esa
posibilidad. De hecho, la semana anterior a la publicación para mí fue muy
movilizadora, porque me retrotrajo a mi propia infancia, y me sentí agradecido.
Estoy agradecido de estar vivo y ser testigo de un hecho, en cierto sentido,
mínimo. Es decir, el mundo no se detiene para contemplar esto, pero el sólo
hecho de que suceda habla de un cambio. Sólo para aquellos que hayan vivido
algún tipo de marginación pueden darse cuenta de lo que eso significa. Y me hago
cargo de esta idea de que es el amor de un muchacho por otro muchacho porque no
quiero hacerme el tonto. Sé que es un poema de amor que trasciende estas
características, pero no por el hecho de trascenderlas las elude. Es importante
decirlo con claridad. Es un tiempo particular, donde es importante que cada uno
se haga cargo de la verdad que le pertenece. Más allá de que no sea el motor de
mi escritura, es un centro ineludible.
-Decías que te
retrotrajo a la infancia, ¿Cómo fue tu infancia? ¿Cómo la recordas hoy?
-Hace poco
terminé de escribir una pequeña novela en la que hago un relato de infancia.
Es, como dice Silvina Ocampo, la invención de la infancia. Yo pude inventar
esas coordenadas y por lo tanto, pude ser el narrador, y no el narrado por otros.
Ese trabajo me llevó casi toda la vida. Creo que fue una infancia cargada de
dificultades, justamente porque no había un lugar.
-En tu obra,
la infancia aparece de muchas formas. Tu próxima nouvelle la tiene como
escenario, pero también el primer libro que publicaste, Del coyote al correcaminos,
está nutrido de esa experiencia. ¿Qué relación establecés entre la infancia y
la poesía?
-Toda. Si
no hubiera existido la poesía, ese chico no hubiera llegado hasta acá. Intacto,
en algún punto, como decía en la presentación. Gracias a la poesía ese chico
pudo preservar esas coordenadas. Creo que si libero a ese chico, me libero a
mí, como un acto de justicia. No podría liberarme como persona si antes no
puedo liberar a ese chico. Y a la vez, implica estar atrapado en ese universo,
un universo encantado, no sólo por la mirada de él, en la que quiere conservar
cierta belleza del mundo, sino porque es una mirada que está atrapada, todavía
hechizada, y la poesía mantiene ese lugar de encantamiento. El día que se
libere ese chico, dejaré de escribir, o escribiré otras cosas. Mientras, es
todo un trabajo para revelar esa cárcel, y para liberar ese imaginario.
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