Diciembre es el
mes inconfundible. Todo el mundo sabe que diciembre es diciembre sin la
necesidad de mirar un calendario. Los indicios son muchos, y muy variados: el
Mantecol, las publicidades de Papa Noel y la Coca Cola, el olor a jazmín en las
calles del barrio, y también los balances. Los balances de fin de año son de
los pocos momentos cíclicos que tiene la cultura occidental. En general, el
tiempo en Occidente se percibe linealmente: las cosas pasan una vez y para
siempre, y no vuelven –salvo la infancia, con sus fantasmas y sus ángeles, pero
ese es otro tema.
Cada año resulta
difícil sustraerse al impulso del balance, a mirar para atrás y ver que pasó,
hacer un racconto no necesariamente
contable, sino más bien emocional, de lo que hizo el tiempo con nosotros.
El balance de Malón Malón es muy positivo. Hace menos
de un año, estábamos sentados en un café con Tom Maver, los dos solos, pensando
ideas vagas acerca de cómo conocer a poetas e ilustradores del país y cómo
hacer para conectarlos con otros poetas e ilustradores. Hoy ya no estamos más
solos. Lo cual significa que un montón de personas decidieron confiar y
compartir su trabajo.
Fue así: los
poetas enviaron sus poemas. Los ilustradores trabajaron sobre ese material, es
decir, leyeron los poemas y flasharon y se agarraron de una imagen o una
sensación o una palabra y regalaron una parte de su tiempo para generar algo que
antes no existía, esa ilustración que acompaña cada entrada. Para colmo,
además, otro poeta también leyó y flasheó y se acercó o se alejó y se apropió
más o menos de esos mismos poemas, y escribió su comentario. Y también
estuvieron los lectores silenciosos, los que están del otro lado y nadie sabe
cómo pero llegan, de lugares improbables como Chaco o Colombia o Rusia o EEUU,
y que son una legión, un verdadero Malón de lecturas: el blog circuló a
velocidad, con sus 17 mil visitas en menos de un año.
Gracias! Gracias
a los poetas y a los que comentaron! Gracias a los que ilustraron y a los que
leyeron en silencio, a todos gracias por la confianza y la generosidad, porque
todos a su modo se coparon con algo que no conocían, y porque, sin pensarlo, generaron un espacio de encuentro y de
lectura y de producción y de ilustración y de poesía y de malón y de gente de
todo el país que antes, hace un año, no existía.
°°°°°°
Atando
cabos sueltos - Tom Maver
Quiero acordarme de más detalles
pero me cuesta. En diciembre de 2012 hacía calor también. Con Pato nos
juntábamos en bares por Villa Crespo queriendo escapar del calor. En algún
momento salíamos a fumar y él me decía cosas sobre los jacarandaes de la
avenida Corrientes. Y entonces me ponía a mirar toda la avenida manchada en sus
costados por el color violeta de las flores que se soltaron y cayeron.
Hoy, que pasó un año de nuestros
primero encuentros, me gusta la idea de que este proyecto es una pequeña
máquina de dejar cabos sueltos. Tiene algo de inacabado. No estábamos tan
equivocados al principio al no tener demasiada idea de hacia dónde íbamos. Era
parte del juego.
Esos cabos sueltos, como las migas
en Hansel y Gretel, dejan un camino efímero que los animales de paso se llevan
consigo. Así, un amigo de Córdoba me contó que le había gustado tanto la
ilustración de sus poemas que estaba viendo de ponerla como tapa de un disco
que estaba por sacar. Otro, de Buenos Aires, me dijo que el libro de poemas que
iba a publicar quería que en la tapa estuviera una ilustración que había visto
en el blog. Esto, cabos sueltos. Están ahí. Pueden, a pesar de ser apenas unas
migas, dar de comer a cualquiera.
Y de estas cosas yo me enteré medio
de casualidad. Entonces dije: Esto era. Esto es. Que ni Pato ni yo estemos
demasiado en el medio. Que poetas, comentadores (que son casi siempre otros
poetas) e ilustradores dialoguen entre ellos. Nosotros apenas pasamos el
teléfono (un teléfono que a veces parece estar sonando en un laberinto, como
decía Adrienne Rich).
Trato de hacer un balance y si me preguntan
hasta ahora qué parte pesa más, les digo que la balanza se inclina hacia el
lado del agradecimiento. La mayor parte del trabajo no lo hicimos nosotros. Hubo,
incluso antes de que el blog existiera como tal, un apoyo incondicional de
parte de todos. Todos, poetas, los que con tanta generosidad comentaron e
ilustraron, se llevan la mayor parte de nuestro agradecimiento. Y a aquellos
que leyeron el blog y compartieron sus contenidos, que son muchos y que tienen
esa cuota de invisibilidad.
Yo quiero además agradecerle a Patricio, mi
compañero, porque sin él este proyecto no hubiera existido, directamente. Hay
algo de su fuerza de ir para adelante, de ser una gran compañía alentadora.
Alguien donde se junta humildad y generosidad.
La pregunta es la misma: ¿de dónde vienen los
poetas, los poemas? Está claro: no importa. No creo que haya tal cosa como un
único origen. Prefiero creer en la circulación antes que en los orígenes. Los
poemas salen de donde haya poetas, es decir, de cualquier parte. Esos son los
verdaderos cabos sueltos. Andan por ahí, no se los conoce mucho, tienen otros
trabajos. Son como icebergs, se los ve poco, están en otra sintonía por
momentos, a otra temperatura. Quisiera creer que pueden hacer caer las máquinas
de la industria capitalista, pero no lo sé. Son siempre la punta de algo que
está por debajo de las cosas conocidas. Y están hechos de materia conocida, de
agua congelada, de lenguaje condensado. Y bueno, nosotros estamos por ahí,
viendo si acaso se pueden atar esos cabos sueltos, generar la posibilidad de
que los icebergs se junten.
No hay comentarios:
Publicar un comentario