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Javier Ramacciotti - Todo lo que veo no me sobrevivirá



 


a vos te encontré en el río bermejo
venías a contracorriente en una chalana
con las patitas chapoteabas en el agua
y las ondas expansivas tajeaban la superficie líquida
alcanzaron las orillas treparon por mi piel
y se infiltraron en mis oidos
pero no dijeron nada de nada
levantaron un campamento
y ahí durmieron por años
que me fueron a su vez durmiendo a mí.

y un día se despertaron
fue un click
un doble click
a un archivo comprimido
que comenzó a largar canciones de cuna

vos,
hijo,
viniste por el río bermejo a contracorriente
trayendo un repertorio de sonidos de las cosas que nacen

para ser escuchadas solamente
por aquellas que ya se están despidiendo.

-***-
    Ilustración: Carolina Cerneaz


 
mi papá es un oso polar
aparece a las noches
desde el umbral de mi habitación
cuida que mis párpados no tiemblen
y que las estrellas si caen no caigan sobre mí

pero no se deja ver

los osos polares son inmensos
su sombra tapa más de lo que hay
y lo que hay es poco
demasiado escaso para desaparecer

teme que le tema
como todo padre
sea oso polar o no

en un sueño le digo
papá, ¿hace mucho frío donde vivís?
y ruge y gruñe y entiendo
que el frió es absoluto
que una vez dijo "Sol"
y la palabra se congeló
la tomó entre sus manos la pintó de amarillo
y la colgó sobre el techo de mi habitación

para que en las noches tenga luz
porque los osos polares también desaparecen
y no estará siempre en la puerta de mi habitación
cuidando lo que hay que cuidar
mientras duermo.

//**//


a F.

yo no nací para esto
ver el cielo que se quiebra
todas las tardes a una hora distinta
su superficie es un plano
de plomo
derretido luego
vuelto a congelar
y golpeado en el medio por el azar
y una grieta comenzando a expandirse
detrás de la fisura no hay agua
no hay plomo
no hay líquido de ninguna naturaleza
hay lo que hubo siempre detrás de una grieta
¿nunca asomaste curiosa el ojo
en el espacio milimétrico que separa
algunos cuerpos
entre ellos
que se separan en ellos
y después cerraste los párpados para
intentar recobrar oscuridad mediante
lo que las pupilas acariciaron con la levedad
de una tela limpiando un objeto frágil?
en la grieta hay eso,
la posibilidad de cerrar los ojos
y no retener ya nada.
estoy haciendo campamento en las rendijas del cielo
todos los días a una hora distinta
hace ya muchos excesivos días.
yo no nací
para esto

yo
no
así

/***/

el papá de papá nació al lado del mar
no a unos kilómetros cerca o en un pueblo aledaño
salió escupido del vientre a la arena
un engrudo brillando en el encuentro del sol y el zinc
que luego el agua salada intentó lavar
pero el papá de papá quedó para siempre
un engrudo de líquidos maternales y arena
emitiendo guiños de luz en medio de la noche
de la genética y las dobles hélices del ácido desoxirribonucleico
papá también brillaba y yo también
pero un día
así como así
dejamos de hacerlo

no te veo papá tengo miedo
yo también hijo.

-***-
y es entonces cuando al despertar
levantás los párpados y aún tenés
una cortina de arena en las córneas
hace siglos que dormís
con los ojos entreabiertos espías
las horas que ya han ocurrido y no te pasaron
a vos, a mí, repetís varias veces hasta quedar afónico.
un puñado de arena en la garganta
se te atraganta cuando intentás comer los minerales ocultos
porque aún tenés un resto de confianza en lo que se esconde
porque no podés asentir que el panorama extendido
agota lo que hay al frente alrededor y detrás tuyo.
¿pensaste qué hacías acostado en una planicie de arena
si habías despertado de una resaca de noche
o habías nacido del huevo amarillo de un lagarto confundido?
buscás en la luz al fondo de tus ojos las imágenes
la herencia de alguna especie la materialidad de alguna palabra
el hervor de una insurrección el nombre de cierto pueblo.
y sólo ves una sol pálido que calcina lo que toca.

ya sin fe en nada que se ancle a la gravedad
decidís hacer lo que dijiste que nunca
te voltéas y quedás mirando para arriba

el cielo no está vacío el cielo no está vacío
pero lo que encontrás tampoco te tranquiliza.  



-*-

parir pare cualquiera yo ella vos
abrí la pierna respirá por ahí
hasta que no te entre más aire
e inhalá de nuevo
se te infla el estómago como un huevo
de aire de polvo de hojas de insectos
de elementos químicos todos los de la tabla
se ponen a multiplicar se dividen
se suman pero nunca jamás se restan
cuando menos te das cuenta hay vida gestándose
adentro tuyo adentro mío adentro de todos
nacen al mismo tiempo no sé cuántas crías
y ninguna  pariente de ninguna
un mundo sin familia ni parentesco
abren los ojos al mismo tiempo
y qué es lo que en ese sopor logran ver los ojitos?
distancias al lado de más distancias y más allá
un reloj sin cuerda parecido al sol.

-*-

vos escuchaste alguna vez el alarido de la
nueva cría que nace en un descampado
bajo un cielo desmantelado sin los cuidados
del paisaje bucólico de no sé qué fantasía
caída desde la joroba de la historia?
yo
tampoco.


-*-

parir pare cualquiera
lo que estás diciendo
no tiene sentido si vos y yo sabemos
que nacer es cosa de otros tiempos
todo futuro será peor mientras tanto recordemos
cuando las cosas aún nacían, te acordás?
era como si cada pequeña parcela de tierra
contuviera la respiración y exhalara más tierra
te acordás? era como si
cada pequeña fuera más grande que el segundo anterior
y más chica que el venidero el cambio es el cambio
que es una forma de parir, no? te acordás?
pero respondeme te acordás? decime que sí decime
que no
decime algo no te quedés ahí con la boca cerrada
llena de palabras como tumba común de fetos
que no eran para este mundo que no eran
para ninguno. 

-*-

yo escuché o creí escuchar
detrás de la pared descascarada
de un edificio abandonado
luego ocupado y vuelto a abandonar
el alarido de algo naciendo
y era parecido a un edificio abandonado
luego ocupado y vuelto a abandonar.


-*-

yo cuando nací le tiré a mi mamá de una
todo el alfabeto completo como si fuera
un examen de lengua no grité no lloré
recité de la “a” a la “z”  las letras de mi lengua
y me aburrí para siempre agoté el idioma
en mis primero cinco minutos afuera
ya había dicho todo lo que hay para decir.
a veces tengo mucha sed
lamo mis encías y bebo
el recuerdo del líquido
amniótico.

-*-

nací recité todas las letras de mi lengua
también las de los otros idiomas
movía las manitos no para divertir a mamá
hacías las señas para los sordo-mudos
y ya cebado comencé a inventar nuevos sonidos
que ahora no te puedo reproducir pero vos imaginá
vos seguro también lo hiciste todos lo hacemos
alguien me dijo que existe un momento antes de quedarnos dormidos
donde hacemos ruidos no en la boca no en la mente
sino a medio camino y que esas son las letras
que inventamos al nacer cebados en nuestra voluntad
de agotarlo todo cada cosa actual y posible
apenas pisamos afuera de lo aburrido que estamos
porque este mundo
y esto no es un invento
no tiene nada
para ofrecernos.


-***-

si los tribunales si la casa de gobierno
si el árbol podado cómo
como se usó hasta hace tres minutos
en el barrio alto
si el edificio si la casa si la mesa si el piso si
se caen y no hay
en todo el diámetro de la tierra
nadie para oírlo
hay
ruido?


cada desastre tiene una nota
emancipada de sus ruinas.

-***-

pero el que nace ahora
quiere oir su canción de cuna.
un  hilito de voz deshilachándose
entre el ovillo del himno de un estado
y la furia atonal del griterío del lumpenaje.
arro rró mi niño
dormí tranquilo en la sombra de mi cuidado
arro rró mi sol
mañana será otro día
igual a este igual a todos.
arro rró pedazo
no puedo prometerte nada
de mi corazón

-***-

pero el que nace
ahora quiere su canción de cuna.
quiere planear sobre la cartografía política
de un mapa santillán del estado-nación argentino
a la velocidad del sonido
borrar así las líneas divisorias
dibujar otras y colocar notas musicales en el medio
el que nace ahora
quiere que su canción de cuna
sea la canción de todos.

-***-

baila mi chinito baila
mientras los adultos hacen
lo que los adultos saben hacer.

baila mi negrito baila
mientras la ampliación del campo de batalla
no deja de crecer.

baila mi bonito baila
al compás de Bum y el Bang
baila mientras los adultos hacen
lo que los adultos saben hacer.
-***-

no es la dialéctica del capital y el trabajo
no es el enfrentamiento sin frontera
de los de arriba y los de abajo
no  el pueblo organizado
enrostrando a las corporaciones.
no es una guerra lo que los días
coleccionan en su tránsito.
es una limpieza
de la tierra un desmalezamiento
para que en el suelo yermo las huellas
se impriman mejor y podamos seguirlas
hacia donde se pierden ahí donde un destello
que no promete nada sugiere sin embargo
una llovizna que se diluye ni bien nos roza
 y su vapor va trazando los ideogramas
que apenas si podemos intuir
de un tiempo más acogedor.

-***-

para qué esos papeles con puntos suspensivos
rectángulos y espacios por llenar
que llevan arriba el título de formulario de inscripción?
cada uno de nosotros es un misterio
que no vale la pena hurgar.
que no lleve ni nombre ni apellido
que duerma al cobijo de la sombra de la fachada del edificio de registro de personas
y los que ahí habitan observen en el centro de lo visible
cada mañana sin excepción 
la sentencia grabada en su cara:
todo lo que veo no me sobrevivirá. 




Javier Ramacciotti (Córdoba, 1985): Realiza su Tesina de Licenciatura en Letras Modernas en la UNC. Participó de la antología de jóvenes narradores de Córdoba Es lo que hay(Editorial Babel), Los Nuevos (Editorial Babel) y de Dieciocho. Antología de poetas hombres de Córdoba (Tinta de Negros Ediciones). Ganó el primer premio del Concurso Literario El Banquete 2011, género poesía, con el libro Fondo Blanco publicado por Alción Editora. Ganó el primer premio del II Concurso Nacional de Poesía “Taller Latinoamericano de Poesía Fundación Neruda 2012. Participa de la Dirección y Consejo Editorial de la Revista Caja Muda (www.revistacajamuda.net). Co-autor del libro de ensayos La obstinación de la escritura (Postales Japonesas, 2013). Su mail es ramacciottijavier76@gmail.com
 

Ilustración: Viktoria Martín



La herencia es la ternura - Rocío Macarena


Cuando los poemas de Javier Ramacciotti llegaron a mis manos, me encontraba revisando mentalmente algunas cuestiones que tienen que ver con mi historia personal. Pensaba que a veces los vínculos familiares se organizan alrededor de una cotidianeidad en común, de un continuo de acontecimientos que inscriben sobre nosotros una sensación de cercanía. Otras veces, la historia familiar se resume en un cuento corto de caos y dispersión. Y otras veces sólo se compone de enormes e inhabitables baldíos. En cualquier caso (menos en el último, tal vez) hay una herencia real, un “pegamento” que une –o no- a las diferentes generaciones más allá del apellido. Eso es lo que los poemas de Javier vinieron de alguna manera a significar para mí: todas esas cuestiones que dan vuelta en la cabeza de un adulto al pensar en las generaciones que lo trascienden. Por eso leyendo sus poemas, entendí que el problema fundamental era saber qué dejamos para ellos.


La herencia es la ternura: “en un sueño le digo/ papá, ¿hace mucho frío donde vivís?/y ruge y gruñe y entiendo/ que el frío es absoluto/que una vez dijo "Sol"/ y la palabra se congeló/la tomó entre sus manos la pintó de amarillo/y la colgó sobre el techo de mi habitación/para que en las noches tenga luz/porque los osos polares también desaparecen/y no estará siempre en la puerta de mi habitación/cuidando lo que hay que cuidar/mientras duermo.”

La herencia es pregunta y es angustia: “(...) detrás de la fisura no hay agua/no hay plomo/no hay líquido de ninguna naturaleza/hay lo que hubo siempre detrás de una grieta (...)/en la grieta hay eso, /la posibilidad de cerrar los ojos/y ya no retener nada.”

La herencia es la severidad medida: “teme que le tema/como todo padre/sea oso polar o no”
                    
La herencia es un lenguaje que se agota: “yo cuando nací le tiré a mi mamá de una/todo el alfabeto completo como si fuera/un examen de lengua no grité no lloré/recité de la “a” a la “z” las letras de mi lengua/y me aburrí para siempre agoté el idioma/en mis primeros cinco minutos afuera/ya había dicho todo lo que hay para decir.”

La herencia es una despedida por las dudas: “vos,/hijo,/viniste por el río bermejo a contracorriente/trayendo un repertorio de sonidos de las cosas que nacen/para ser escuchadas solamente/por aquellas que ya se están despidiendo”

La herencia es la fugaz desesperanza: “(...) porque este mundo/y esto no es un invento/no tiene nada/para ofrecernos.”

La herencia es pedir disculpas de antemano: “pero el que nace/ ahora quiere su canción de cuna (...)/ el que nace ahora/quiere que su canción de cuna/sea la canción de todos”

La herencia es el límite: “cada uno de nosotros es un misterio/que no vale la pena hurgar. /que no lleve ni nombre ni apellido/que duerma al cobijo de la sombra de la fachada del edificio de registro de personas/y los que ahí habitan observen en el centro de lo visible/cada mañana sin excepción/la sentencia grabada en su cara:/todo lo que veo no me sobrevivirá.”

Podría pensarse que muchos de estos legados encarnan un carácter negativo para estos niños nacidos en los poemas de Javier. Pero la relación que la voz poética establece con ellos es de una cercanía y una ternura tan grandes que hasta sería posible decir que estos textos son poemas de amor. Así, ocupando el lugar de niño y de padre, y evocando el absurdo de vez en cuando, el poeta nos hace tropezar con alguna que otra pregunta. ¿Por qué tardamos toda la vida en “agotar el lenguaje”, si tal vez con cinco minutos podría ser suficiente? ¿Cómo es posible que un padre y su hijo brillen hasta apagarse en la oscuridad y que al final ambos se busquen, muertos de miedo, olvidándose de sus roles? ¿Cuándo comienza y cuándo termina la canción de cuna que todos queremos que nos canten cuando venimos al mundo?

La mirada de Javier Ramacciotti es a veces dramática y a veces luminosa. Los poemas se van sucediendo a medida que transforman el sentido y las posibilidades del verso, recordándonos que si pretendemos dejar severas afirmaciones a las generaciones que nos suceden, lo único que hacemos es no dejarles nada. Nos recuerda que lo más valioso que podemos hacer por ellos –y por nosotros mismos-, es compartirles con amor nuestras dudas, nuestros desencantos y miedos, pero también nuestra alegría y nuestra ternura, para que ellos puedan acunar, algún día, una humanidad donde haya más osos polares, más soles y más poesía.

Rocío Macarena


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