Hugo Zonaglez - Sin ayuda de brújulas o mapas



poesia argentina



Huellas en la ciénaga


  
"Bajo el canto de los sapos negros,
de las serpientes aladas, abro los ojos..."

Julien R. C. Kamoun
  


Mapa

Llegué a esta ciénaga
sin ayuda de brújulas o mapas
fue el capricho de dios
el que me puso en este lugar

aquí y ahora
caminando
bajo sus huellas.

  


Compañeros
  
Supe de compañeros
que sumergidos en las aguas negras
fueron paralizados
por algún
extraño insecto,
execrados en la agonía
de la lentitud.




Camino
  
En este ambiente
donde anidan y pasan el invierno
algunas aves marinas.

Voy forjando
con cada pedazo de barro
mi propia morada.


   

Anfibio

Los cuerpos pueden borrarse
con un movimiento
en un cambio de hábitat
clavar la presencia
desde la inmovilidad

despertar
en una lenta respiración
todo aquello profundo en los sedimentos
que nadie nunca se atrevió a ver.



  
La flor

Con su hermética belleza
malacostumbraste mi piel
aprendí a distinguir
la sequedad en mis labios

múltiples tonos
a mis ojos de explorador
reconocer
la magnitud de mis huellas
nadar en tanta hondonada
entre los cuerpos amortajados

Haciéndote única en estos
territorios fangosos.




Sin retorno

Barro aquí
barro más allá
barro en los pies descalzos
que pisan barro
barro en las manos, entre las uñas
en la cara, en los ojos
más barro en el camino
en el lago se hace lodo
que cruzo en un puente
de barro
barro fresco
de antaño
que no estimo
ni condeno
mucho barro hubo
y más barro habrá
en este sendero sin retorno.


  

Libélula

Merodear en el aura
de la serpiente más verde
se transforma en un deporte
de audacia y coraje
una decisión estacada
en estos suelos nada firmes,
electrificar un revoloteo
pulsión a sangre y aire,
quemando el puñado de alas
sobre estas especies hidrófilas.




Luz
  
Confundí ese hilo de luz
con un resplandor
a lo mejor por el cansancio
de caminar en estas tierras húmedas,
ahora sólo quiero perseguir
ese enjambre de luciérnagas.




Intruso

Mientras descansaba bajo un árbol
un mosquito se me introdujo por la oreja
con un filoso zumbido
atravesó la escena de mis sueños
y me preguntó:
¿Cuál es la diferencia
entre la tolerancia y la paciencia?




Ocaso

El sol morirá un día
y no habrá huella alguna
¿Cuánto faltará
50, 40 segundos
para que estas arenas movedizas
terminen de tragar mi cuerpo?



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Un zombie

No existo esta mañana
hace frío
pero no es el mismo que hay en el ambiente
es otro frío
parece que todo termina
me veo dentro del vértigo                                            
no te veo a vos
o te veo
cada vez más lejos
no sé por qué
no sé cómo
y sin embargo en mi corazón
espero que se despierte
una chispa de todo aquello
que alguna vez sentí
(y creo)
que siento por vos
pero ya sé
que es difícil que me entiendas
aunque no es eso lo que quiero
o mejor dicho
es difícil
que soportes mis silencios
los necesito
son importantes
necesito pensar o estabilizarme
estar tranquilo
esperar
volver a sentir
porque no siento
estoy como muerto
pero no muerto como un zombie
que busca cerebros renguendo por las calles
desoladas  oscuras
sino como sin alma
deambulando en un living
de tres por tres
yendo y viniendo
de a ratos
acercándome a la estufa
con la esperanza de matar este frío
que no es el mismo
que hay en el ambiente
es otro frío
como una especie de vacío
pero no de precipicio sin fondo
y no sé qué hacer con esto
porque me distrae
me toma me lleva
sin ir a ningún lugar determinado
o a lo mejor sí
por eso no necesito que me entiendas
sino que yo
necesito entender
entender esto
qué es
a dónde va
qué es lo que me hiciste
si se irá
o volverá
esta mañana
que no existe
que limita mi cuerpo
que me hace desconocer la musica
todos los colores
que son recuerdos
pero no ignoro
tus disculpas tus errores
te perdono
pero hay algo más
que necesito descifrar
algo en mi
en vos
en lo que me hacés
si me hace bien o mal
el amor con alas
el dolor estancado
el viento que no escucho
el sol que no calienta
esta mañana
de silencio
de miedo
de inmovilidad
que me mueve
como un efecto de inercia macabra
que me lleva
estando sentado en una silla de plástico
incómodo
me lleva lejos
a algún lugar que desconozco
pero quiero saber de qué se trata
tañido incierto
vía sin horizonte
no mañana
de esta mañana de frío
que siento pero no siento.


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Capital Federal, Buenos Aires, Argentina. 
Participó en las antologías: "Bitácora", compilado por Aída Brunetti (2010, Editorial Dunken) y "La estrella del poeta", compilado por Marita Rodríguez-Cazaux (2011, Editorial Dunken).
Músico, actualmente en la banda de rock, "Sol Oscuro" (http://soloscurorock.blogspot.com.ar).
Participa de lecturas y difunde libros de poesía a través de el blog: http://huellasenlacienaga.blogspot.com.ar
Actualmente su libro "Huellas en la ciénaga", permanece inédito.




poesia argentina

Ilustración: Cecilia Saracho.



Hugo, ¿estás ahí? - Jorge I. Núñez

Hugo ¿estás ahí? Te oigo decir que "más barro habrá/ en este sendero sin retorno". Tu voz es nítida, serena a pesar de la situación, aunque llegue desde todas partes pronunciando la oscuridad.

Pensar que me puse a leer entre obligaciones de trabajo y otros pendientes que, justo ahora que va terminando el año y el mundo, se acumulan como nunca. No me dí cuenta, pero mientras yo avanzaba, el entorno iba cambiando, la luz del sol se atenuaba. La radio o las ambulancias -siempre urgentes- pasaban ahora a ondas de baja frecuencia hasta volverse casi un croar te diría, o el zumbido de un alguacil. Desde la ventana, a tres pasos de mi escritorio, el último árbol me hacía señas, llamándome con hojas violáceas, y ya no pude reconocer un límite preciso.

Me acordé de aquellas primeras palabras tuyas y sabía que no iba a volver.

En un manual de supervivencia que tengo, el capítulo del pantano resalta aquello de ir bien calzado y poner en una bolsa hermética todo lo que pueda mojarse. Pero la práctica queda muy lejos de la poesía...

¿Y los textos que me trajeron acá? ¿qué? ¿son buenos porque saben que estoy hundiéndome? Me doy cuenta Hugo. De verdad creo que estamos perdidos, y tus poemas no tienen la más mínima conmiseración, conocen bien este clima enrarecido, respiran los vapores de un cielo que cae a plomo, carecen de esperanza y no la brindan. Tengo que decirte que encuentro consuelo en eso.

Hay dos poemas que hablan de amor. Los leo en voz alta para salir del trance, pero entiendo que ya la lengua es un fósforo mojado que intenta el fuego. Sabemos Hugo que el amor, por más que exista, no podría salvarnos, y en cambio nos hundiría más. Esos dos poemas están hechos con la misma saliva y tierra, y nosotros, ahogados en pensamientos, somos incapaces de vadear semejante lodazal.

Así es la situación, si me muevo me hundo, escucho y me hundo. Encajado hasta las
manos. Toda huella es efímera en esta blandura. Las únicas pisadas aquí son mías y conducen a mí. Me río con ganas de esto.

A esta altura siento alivio de ser uno de los "compañeros/ paralizados por algún/ extraño insecto,/ execrados en la agonía/ de la lentitud." Vuelto una pieza que coincide  perfectamente en la matriz del barro, con la piel de un blanco luminiscente, igual que los fetos de Michaux. La piel reblandecida, unido a otros iguales a mí, brillantes en este limbo umbilical, entablando una telepatía de balbuceos al acercarnos a "aquello profundo en los sedimentos/ que nadie nunca se atrevió a ver".

Esto es realmente llegar, Hugo, como en tu "Anfibio", hacer una épica de la inmovilidad. Dejar que la ciénaga ate los juncos y los cabos sueltos, y aprender. No agitar, no pactar, sólo caer maravillosamente, sin más belleza o más sentido.

Un mosquito te preguntaba en el sueño la diferencia entre tolerancia y paciencia. Me había quedado con eso dando vueltas y no me daba cuenta que tu poesía durante todo el camino me ofrecía la respuesta al negármela. Me atrevo a decir que es la esperanza! que la diferencia está en la esperanza.

Cuántas batallas tenemos que librar todavía en medio del silencio, entre los mínimos sonidos de la tierra, hasta alejarnos de una vez por todas de la esperanza. Dejar de operar con paciencia de maquiavelos para satisfacer deseos y, en lugar de eso, aferrarnos a la tolerancia humilde de los bueyes, tolerancia para uno mismo y hacia los otros, sin pensar en retribuciones. Así de livianos, fuertes y empapados de nuestro
sudor, se me ocurre que podemos salir de esta ciénaga.


Jorge I. Núñez, C.A.B.A.


poesia argentina
Ilustración: Cecilia Saracho

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