*
El
frío
no
llega. Es mayo.
Hace
muchos
mayos
que
el frío no llega.
Nos
ha ganado
por
efecto
de
los cambios
el
clima
subtropical.
Ya no
será
posible
recordar
a Arlt,
el
frío de la
noche,
la
garúa que
lastima
la cara
de
sus personajes,
una
ola
de
hielo
congelando
la
ciudad.
Luego
de las
épocas
cruciales
-los
70, los 90-
atrapados
en el dosmil
comprendo
el
movimiento del aire
las
hojas dispersas
y el
cambio climático
que
ha afectado,
progresivamente,
la
base
de
nuestra
naturaleza.
*
Los
pájaros se acercan
al
jardín: sobre todo
gorriones,
pero también
calandrias,
jilgueros,
cabecitas
negras, algún
hornero.
Caminan
por
el pasto
mueven
sus cabezas
absorben
los
minerales de la tierra
están
preparados
ante
el menor descuido.
Los
pájaros
se
demoran
en el
conurbano
profundo
husmean
los
beneficios del jardín:
¿padecerán
el recuerdo
de un
bosque
oscuro?
Como
un resto
de
otro resto
la
tierra
mezcla
o
articula
el
residuo
de lo
civil.
*
El
orden
nos
ha herido
hasta
petrificarnos
pregunto
entonces
por
la fuerza
que
el cuerpo
puede
dar;
si tomo un manojo
de
pasto
¿las
cosas
cambiarán?
Aislado
del
cielo
espero
de él
muchas
más cosas
de
las que di. ¿Será
eso
posible
entre
tanta
petrificación?
Reduzco
el
movimiento
del
cuerpo
a
velocidad
crucero
encierro
mis
deseos
en
una habitación
y
descubro
al
cabo de los años
que
no pude
comunicar
una
especie de daño
biológico
que
el tiempo
alojó
en la
memoria
el
daño
acaso
sí
lo
que no pude
de
ningún modo
fue
escribir
con
distinción
el
efecto espeso
de
los otros
el
movimiento de amor.
*
En la noche
sentí el olor de la nieve.
No sabía que un inmenso invierno comenzaba
y
que desde ese momento
sucedería
una larga historia
de
exploraciones.
La nieve duerme en mi memoria.
Me habla
durante los sueños.
De vez en cuando
emite
un largo suspiro
repleto de plumas.
Inclinado
el
cuerpo
observando
la procesión
de
insectos y alimañas
descuidé
el
jardín
y
otros seres
han
hecho con él
lo
que ahora
es:
matas de pasto
manchones
de color
marrón
canteros
destrozados,
plantas
raquíticas.
El
viento
cruza
el terreno
pero
no es viento,
es
brisa fría.
Me
mojo
la
cara
y veo
los
papeles acumulados
las
cicatrices o las marcas
concentradas
en el
cuerpo
y sin
detener el tiempo
recuerdo
que
la vida existe
corre
por algún lugar.
Celebrar
es
también
inclinar
el cuerpo
saber
que
el día
acontece
en un
plano
distante
a la
retórica
de lo
vital.
*
En
este
tiempo
escaso
con que cuento
alejado
del origen
miro
la lluvia
el
sauce
sus
ramas eléctricas
y
remojo con agua
con
sangre
aquello
que
se ha vuelto
pulida
narración
pero
que aún
cuenta
con
algunos huecos
de
donde
extraer
el
segundo, los minutos,
estas
horas que aquí
están
me
rodean.
Si
pudiera
acostar
el
cuerpo
bajo
el agua
haría
que
las estrías y los borbotones
arrasaran
el barro
el
polvo acumulado por años
y
disolviera
el
lenguaje
antiguo
las
viejas palabras
hasta
volverme burbuja
charquito
un
poco de agua
en el
agua.
*
Viernes
santo.
El
día
es un
poco gris
pero
diferente
a los
días fríos
de la
niñez
cuando
el clima
subtropical
aún
no se
había
propagado.
Miro
tras
la ventana
la
propiedad
de lo
quieto.
Eso
me ha
acompañado
demasiado
tiempo.
Lo quieto.
Lo
que se detiene
espesamente.
Pero
este
jardín
apenas
crece
delante
de mí
y me
ha demostrado
que
la quietud
razona
se
mueve
a su
manera.
Eso
también soy:
lo
más quieto
el
que antes
de
hablar
moverse
o
responder
suele
quedarse
allí,
en la
sombra.
Como
una
debilidad
lentísima
que
se alimenta
de la
tierra
lo
que está por debajo
del
pasto
y de
las hojas
también
cuenta.
*
han
pasado los días
¿cómo
pude
saber
del
futuro?
los
griegos
han
enseñado
con
prodigios verbales
los
mecanismos
del
destino
y sin
embargo
la fe
no ha dejado
consuelos
y
algo que conocí
alguna
vez
como
si fuera
un
animal muy pequeño
se ha
escapado
hoy
el
aire oxidado del día
las
hojas que me rodean
los
árboles
los
días acumulados como viejos papeles
en
derredor
son
el presente
y con
delirio
y
escasa aptitud
arrojo
una piedra al aire
sabiendo
que
la distancia
del
envío
es
escasa
no
espero nada del momento
y aun
así escribo
por
eso
no
dejo de
mirar
algo
que se puede llamar
la
intemperie: y estoy aquí
-estoy
aquí-
con
los restos de la infancia,
trabajado
por los días,
haciendo
de este fuego
la
única base
del
porvenir.
*
raspo
el
fondo
de la
olla
la
fina lámina de grasa
impregnada
en el
metal
se
resiste
a
salir
con
cuchillo
con
espátula
las
virutas
finalmente
se
desprenden
de la
base
y se
desparraman
en
derredor
el
músculo
del
brazo
vuelve
específico
el
tiempo
mientras
el
resultado
de la
labor
son
esas
virutas
en el
fondo
del
metal
desprendidas
de su
base
y
allí
dispersas.
Carlos Battilana: Nació en Paso de los Libres el 19 de septiembre de 1964. Reside en Buenos Aires. Sus libros de poesía son Unos días (Libros del Sicomoro, 1992), El fin del verano (Siesta, 1999), La demora (Siesta, 2003), El lado ciego (Siesta, 2005) y Materia (Vox, 2010). También publicó las plaquetas Una historia oscura (Ediciones del Diego, 1999) y La hiedra de la constancia (Color Pastel, 2008). Una antología de sus poemas apareció en Presente Continuo (Viajera, 2010). En 2012 se reeditó Materia (La Sofía Cartonera). Sus poemas se publicaron en diversas antologías argentinas y latinoamericanas. Publica habitualmente ensayos sobre poesía en revistas especializadas. Los poemas presentes pertenecen a Velocidad crucero (inédito).
Fotografías: Jorge Nuñez.
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