TIENDAS
Hace mucho tiempo que no tenemos más padre.
Miramos boca arriba unos banderines que cuelgan del techo del balcón.
al
costado se ven por ejemplo: las estrellas.
Me
cuenta la historia de unos gitanos
que
viven como si nada y bailan.
Mientras
habla yo escucho sus voces diciendo alaridos en muchas lenguas,
y
unas panderetas atrás.
Sus
pieles trigueñas se confunden con el desierto y bailan,
siempre
bailan.
Buscan
agua afuera, lejísimos de las casas
sus
caras parecen ásperas.
Los
más chiquitos se manosean y se tapan el cuerpo con telas de por allá.
A
veces, se separa de mi con palabras, con palabras que la llevan a lugares dónde
con la distancia yo la puedo ver.
Ahí
la puedo ver
Jugando,
también
baila,
con
el cuerpo que a veces le toco con la voz
baila
Los
gitanos de su historia también están adentro
toco
a los gitanos cuando toco su cuerpo
y
bailamos.
con
los banderines que van y vienen arriba.
boca
arriba
boca
con boca
bailamos
bailamos
nos
desparramamos como los gitanos
en
un baile hambriento
la
humedad hace que nos pese todo.
Los
parpados entre tanto a la mitad,
algunos
momentos, somos tan grandes que vemos todo a la mitad.
entramos
y salimos alrededor de esa plaza
como
si nada,
como
si esas rejas rojas y espesas pudieran contener verdaderamente lo que se mueve
dentro.
Cuerpos
chiquititos, por ahora chiquititos.
Como
hormigas, se revuelcan en la arena
se
frotan en el suelo.
Cuando
los de los bancos se dan vuelta los cuerpos chiquititos apuestan al mundo.
Extraños
segundos,
perdidos
segundos.
No
se conforman con un juego,
ni
con el dia ni con la noche,
no
se conforman con nada.
Entienden,
que
es una cuestión de segundos.
Que
para ciertas mudanzas no debería haber rejas.
Algo de lo que puedo llegar a pensar cuando me
dicen la palabra “Cracovia”
Coco.
Coco.
Aprieta
el candado de la bici para que no se salga.
Para
que nadie más que ella pueda decidir sobre la bici.
Lo
aprieta, y se asegura de que esté firme.
Se
pone firme, le pone el cuerpo al candado.
En
frente, en dirección contraria, una plaza donde andan niños en un perímetro
agrandado por el césped.
El
candado de la bici se destiñe con el resplandor de otoño, con un clima rarísimo
al que no hay ropa que valga.
Un
candado que alguna vez fue rojo.
Ahora
lo vemos desde una heladería barata, el minuto que permite la contemplación.
Mientras
chupo la cucharita de plástico fijo la vista en el transparente en que se fue
convirtiendo ese candado. Mi vista se disuelve, se nubla, también se vuelve en
ese acto transparente.
Sus
manos danzan e intervienen el helado,
un
pobre potecito de un cuarto para dos.
Hablamos
de terrenos y de policías, de mujeres y de represión. Hablamos de la salsa y de
los flujos, de los flujos que venden y atraen.
Dibujo
con la cuchara un letra en el helado, después me la como.
Me
dice que en Polonia hay una mujer que se fue porque sí,
que
ella no entiende porqué se fue a Polonia o porqué le pagaron por ir.
Rumbos.
Un
matutino bastante “pedorro”, conciliamos y si.
Lo
importante que está en otro lado,
ahora
justamente coincide con que cuando me lo dice, “pedorro” esa palabra
insignificante, cuando me lo dice, se acerca un poco,
su
voz baja a mi vibración, a mi frecuencia.
La
veo.
Intensa mente.
Salimos
en busca de aire.
Le
pasamos al lado a toda la historia del candado transparente y elegimos un
lugar.
El
tiempo nos deja
un
rato.
Jugamos
a que salimos un feriado a comer helado en la plaza.
Jugamos
y esta bien.
una
casa artificial.
Quiero
concentrarme en lo que dicen los libros que me prestaron
pero
no.
la
vida resulta más importante.
es
un camino largo recorrer tantos lugares
como
para no perderlos o dejarlos vagabundear en otros soles.
La
decisión acertada, siempre es la misma.
Allá
vamos y allá voy a pesar de esos inviernos.
Nos
despertamos y le gritamos a los vecinos que el devenir consiste en sumergirse
en
una
máquina de fluidos.
Es
alocado pero ellos lo entienden,
asienten
y lo persiguen.
mientras
en las grandes metrópolis los autos pasan a una velocidad futurista que nos
cuesta describir.
Futurista
se transforma en una palabra para deformar. "Futurear", por qué no?
ahora que sabemos podemos inventar lo que queramos.
mientras
los viejitos opulentos insisten en mirar hacia el Gran Cañón,
nosotros
miramos la bombilla,
detenida
y exageradamente.
La
bombilla de metal tallada a mano algo gastada por el ardor del tiempo.
La
bombilla que nos conecta de la vida a la boca.
A través de un flujo más, nos lleva desde
adentro hacia lo Otro.
sirenita
de las formas sutiles
no
íbamos a imaginar cómo nos gustaría ahora el frío.
POEMAS DE ENTRECASA
Desde
el fondo de la casa,
el
viento apenas que moviliza las hojas de los árboles.
Los
árboles y arbusto que pueblen ese patio
que
a veces en lo oscuro se siente repleto.
No
nos miran,
todos
los que habitan estas infinitas gramillas siguen su paso
estricto
pero siempre lento.
Programadas
como las hormigas
tejen
en formas impensadas
las
guardas que configuran un hogar.
Atrás
de los ligustros se cuela la historia de los perros
muchos
de ellos que pasaron
por
las manos nuestras
y
se fueron
a
ser vagabundos de otras tramas.
No
todo es imaginación ni relato,
algunas
violencias a la tierra han permanecido sin poderse verbalizar tan pronto.
que
nos devuelve un ahora,
es
fantasía y todo lo que se construye alrededor de las fotos.
No
mientas princesita de las muñecas,
vos
sabes que a vos yo nunca te quise
nunca
te elegí.
pero
yo no te elegí,
sabes
que no lo hubiera hecho nunca.
hay
otras que permanecen oscurecidas por un par de historias
amenas
para
contar a los demás.
Soy
de nuevo -cada día- un soplo,
un
viento ágil del sur.
Flor López, 24 casi 25 años. Llegando al cuarto de algo
siempre me ando buscando. Ando buscando como un pez atrás de un anzuelo que
todavía no puede ver sólo intuir. Me quedé hace unos días pensando mucho en la
historia del pez, sobre todo porque escribí un poema sobre ese pez que quería
siempre ver las estrellas y lo regalé y quedó latiendo así como un recuerdo del
poema y del pez, lo regalé sin copias,
¿hay algo más fantástico que eso? Ahora sé que la historia del pez va a
estar presente en todas las biografías o por lo menos en varias desde ahora en
más. Lo que me acuerdo era que el pececito cuando se ponía triste apretaba
fuerte los labios y se le notaba la forma de la boca, la cerraba, se metía para
adentro. Pero cuando no, era tan zarpado que era capaz de “desperdiciar” –entre
comillas claro- parte de su oxígeno natural para saltar a la superficie a ver
las estrellas. Todo por un segundito de estrellas, un pececito loco.
Nací
en Mercedes, San Luis, pero no sé exactamente de dónde soy. He estado en varios
lugares, cuando digo estar quiero decir estar de cuerpo alma y espítiru, ahora
vivo en Córdoba. Escribo a veces y vivo la mayor parte del tiempo. Escribo
sobre lo que vivo o sobre cómo lo vivo. Lo mío es una poesía subjetiva que no tiene
nada que ver con que sea subjetivista. No hay opinión personal, ni biografía,
si un atravesamiento. Algo así como que pongo mi cuerpo al servicio del poema,
sólo a veces claro y después pasa algo, que termina siempre en un punto y a parte y en el comienzo de un nuevo título.
Como la vida ¿no? Durant decía “no hagas
nada q no te sirva para escribir, si cogés que se para contarlo”, y bueno algo
así.
Ilustración: Cris Sobico
Apostar al mundo - Fernanda Maciorowski
Los
poemas de Flor López transmiten frescura. Frescura pura de una poeta en
búsqueda y en movimiento que propone su mirada sobre lo que vive: baile y
corrientes de aire, banderas de palabras que se agitan
A
través de sus textos entramos en un submundo propio: gitanos, fabricantes,
plazas. La ciudad es la presencia constante en su poética, el escenario en
dónde todos y cada uno de los personajes representan su papel cotidiano: mudanzas,
vagabundos, perros, entrecasa.
Pero
la ciudad imponente no lo es todo; Flor toma una lupa y en un punto del poema
nos cuenta lo que ve: hormiguitas “los
cuerpos chiquititos apuestan al mundo.”
Colocar
el candado de la bici puede ser la acción que dispara el poema, deternerse en
esa minúscula actividad es una forma de ponerle una ficha al mundo, a lo intrascendente,
es un lugar en donde anida perfectamente el poema.
En
esta poética también hay un gran espacio para la contemplación, casi como un
“extrañamiento” muy magnético, por cierto. Dice: “el minuto que permite la
contemplación”
Sentirse una
sobreviviente, ser una, inventar el futuro, inventar lo que se quiere, poner el cuerpo al servicio del poema son formas de aventurarse al mundo como también lo es dibujar
sobre el helado una escritura que dura unos minutos y se disuelve.
¿Qué es lo
importante? ¿Qué es lo trancendente? ¿Qué importa más que el instante?
Flor Lopez apuesta al
mundo y no se equivoca.
Conocí a Flor López en un curso sobre escritura "femenina", hace ya unos pares de años. Ella leyó lo que escribía, el último día. Se los pedí. Y es muy grato volver a leerla. Gracias Malón Malón!
ResponderEliminarGracias a vos Miriam!
ResponderEliminarGracias Miriam !!!!
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