Joaquín Oreña - Una especie extraviada





[ cómo serán los días que me tocan ]

  
¿cómo serán los días que me tocan
que seguirán afectándome
después de este?

tomar distancia de los eventos
de los colores en el cielo
y las bebidas después

los paisajes;
no hay que salir a buscarlos

entonces la sorpresa
como ese evento vital por fuera de nosotros
deja de ser 
una mera pretensión

fui descubierto

tus ojos
y tu cuerpo también fueron descubiertos

no quiero dejar de verte

estoy en un lugar
que no tiene ninguna referencia

un lugar
que la palabra que lo describe
la tenés vos.




[ sin título ]


 estamos acostumbrados
a pensar cada momento de la vida
desde nuestra subjetividad

pero eso
no nos hace bien

aunque sea inevitable
no aspiro
a ninguna forma de conocimiento
tampoco
de poder

decime
que música escuchás cuando estás verdaderamente sola
decime
cómo podes soportar el tiempo
y no claudicar

en este planeta
la realidad circundante se puede definir
del modo que vos quieras

pero frente a la dudas
la noche llega para todos

y elegir cerrar los ojos
para dormir
y después despertar

es lo que nos hacer formar parte de la naturaleza
  
  

[ una especie extraviada ]
  
 ¿podés entender en qué consiste 
ahora 
todo esto?

yo elijo mirar el cielo
y ya
trato de no elaborar  ninguna idea más

cuando sentíamos
que el horóscopo
nos traía buenas novedades
sin saberlo
o
sabiéndolo pero a la vez asumiendo su negación
apostábamos al confort que nos daba
a su oráculo tibio y pregnante
actuando
sobre todo nuestro ser

el tiempo
es como una flor,
decías

y los días enteros
se sucedían en la cama

¿podès
aún hoy recordar aquello
o ya tus labios
y tus gestos
se fueron hacia otro lugar?

pienso
en el olor que sueltan los granos de pimienta negra
cuando con la fuerza de nuestras manos
los destruimos
sobre un mortero de piedra blanca

ya
no queremos rejuvenecer
y tampoco
es necesario

conocerse
es dejar que alguien te atraviese
diga
con su cuerpo y maneras

qué lugar
en la memoria de otra persona ocupás


  
[ ahora ]
  
cierta verdad
la descubrimos cada día

perdidos entre  las ciudades
la comunicación
y la gente

todos nosotros

tratamos de entender
cómo el tiempo
y la historia
nos trajo hasta este lugar

yo pienso en las cosas que puedo
y estando solo
ahora
estoy exento de la batalla

imaginarse a Groenlandia
como una superficie blanca y fria que se derrite
o en el amor
no es necesario

porque la información  nunca dejar circular

entre relámpago y relámpago
la vida continúa

y permanecer
significa
que fatalmente algo te atrapó

¿será por eso
que las nubes cambian de forma
y ellas
con su vapor húmedo
nos dan quizás un sentido a nosotros?

 al confrontarnos
con el rostro de otros seres humanos

vemos que fácil
todo
tan rápidamente se puede terminar




[ me gusta que llegue el fin del mundo ]

  
me gusta que podamos vivir
el fin del mundo

me gusta saber
que ese día
no importa cómo
va a llegar

y también saber
que ahí
únicamente en ese último día
vamos a ser todos iguales

me gusta pensar
que cuando ocurra
yo
voy a estar finalmente solo

me gusta toda la carga de artificio que lleva sobre sí
la palabra “fatal”

me gusta
descubrir al tiempo como algo amargo
como algo ininteligible  
que nos toca
como un cuerpo ciego que con su presencia
nos afecta
y no sabe bien qué es

me gusta entender
que sin sexualidad no habría poesía
que sin días negros
no habría parejas
ni tampoco
perros hambrientos sonriendo en la calle

me gusta entonces saber
que cuando llegue el fin del mundo
vos
te vas a acordar de mi

me gusta
que el amor sea algo imprevisible

me gusta darme cuenta  
de la imposibilidad

me gusta decirte
“aunque no queramos”
 mientras te miro a los ojos

me gusta comprender
antes de que llegue el fin del mundo
que cuando me necesitaste
yo estuve para vos

me gusta
que el destino, la historia y la reproducción de la especie
no sean sinónimos

me gusta que
cuando llegue el fin del mundo
yo voy elegir
estar descalzo




[ mi último recuerdo ]



esta es mi despedida

las primeras palabras
que finalmente puedo decirte
para intentar seguir adelante

ahora yo sé
que de lo importante que nos pasa
nunca en la vida
nos podemos olvidar

quedarse con los ojos cerrados
atravesar toda una noche en el vapor
ver la muerte que acontece
al caer desde un balcón y los huracanes actuando
sobre la tierra

igual a los animales
durmiendo abrigados
en la oscuridad del bosque
compartiendo su soledad

¿acaso
incorporar tantos datos a nuestros días
junto con los alimentos que comemos
para después dormir
no nos obliga
a detenernos en algún lugar?

quiero pensar
que vamos a ir un futuro invierno a la playa
que
durante esa época la arena elige ser más fría
y eso es por una precisa razón

si alguna vez me toca perecer en el mar
antes de que me cubra el agua
mi último recuerdo va a ser para vos


  

[ yo tuve la suerte ]


yo tuve la suerte de encontrarte en esta vida

porque ahora que pasó el tiempo
y tal vez ya soy alguien diferente
me doy cuenta que tu mirada
me hizo ir más allá

sufrir e involucrarse
gritar en silencio
y pensar en el mar

cuando dormías conmigo
estabas tan calma
te acariciaba el pelo
y vos
recibías todo eso
sin ninguna restricción

¿te dabas cuenta
confundida entre tus sueños
como mirarse así la piel
significa
finalmente conocer?

yo
de esa manera
me constituí

mientras vos tenías los párpados cerrados
y
viendo como subía y bajaba suave tu vientre increíble
a la par de nuestras imperfecciones
sentí para siempre
el misterio que nos conecta con la respiración



Joaquín Oreña nació en 1979, en Monte Quemado, Santiago del Estero. Publicó en Huesos de Jibia su primer libro, "Quiero que me dejes en el fondo del mar", en 2009. Ahora, prepara su segundo libro.


poesia argentina
Ilustración: Guillermina de La Cal.




El reconocimiento de otra piel - Verónica Yattah

Los poemas de Joaquín Oreña exhiben un trabajo interminable. Si Joaquín fuera artesano su mesa estaría repleta de materiales, de pintura, de manchas. Seguramente intentaría hacer algo con esos materiales, los asociaría, los daría vuelta. Intervendría la materia hasta transformarla. Me lo imagino así: al final del día, observando con alivio el resultado de su trabajo. Pero imagino también la brevedad de ese instante. Porque entonces su mirada se toparía con materiales nuevos. Como si alguien (seguramente una mujer) llegara a su mesa a colocar nuevos objetos con los que él tendría que empezar una vez más.
En este sentido veo continuidad entre el primer libro de Joaquín, Quiero que me dejes en el fondo del mar, y esta serie de poemas que probablemente vayan a formar parte de un segundo libro. Son poemas que parten del desconcierto. El yo poético asiste a la huella que la experiencia (generalmente amorosa) dejó. Como un antropólogo, observa la marca y despliega una cantidad de preguntas agotadoras. Algunos de los versos de su primer libro lo dicen mejor:

algo pasó ayer
pero todavía no me puedo dar cuenta

yo sé
que me implica directamente
(…)                                                                                       

            Pero la voz no siempre se siente implicada. La comunión con el mundo o con esa experiencia amorosa oscila, y por momentos se desvanece. Creo que la angustia que estos poemas pueden provocar (que provocan en mí, al menos) surge de esa vacilación. Porque hay momentos donde parece perder la pulseada. Como si esa voz reconociera su impotencia y se dejara doblegar, asumiendo únicamente el lugar de la contemplación:
           
            ¿podés entender en qué consiste
            ahora
todo esto?

yo elijo mirar el cielo
y ya
trato de no elaborar ninguna idea más

            Sin embargo esta voz se resiste, no se da por vencida. Porque es en el intento de conocer donde encuentra su razón de ser. Ese es su espacio. Y además por algo más: porque ha descubierto que es hablándole a otro u a otra -y no en el monólogo-, donde va a realizarse. Es el roce y el reconocimiento de otra piel lo que vuelve a dar sentido a esta búsqueda:

(…)    
cuando dormías conmigo  
            estabas tan calma
            te acariciaba el pelo
            y vos
            recibías todo eso
            sin ninguna restricción

            ¿te dabas cuenta
            confundida entre tus sueños
            cómo mirarse así la piel
            significa
            finalmente conocer?
            (…)

            Es una voz demandante en el mejor de los sentidos; una voz que asume el espacio vacío, la ausencia y la separación, siempre y cuando siga siendo oída. Lo que la  voz de esta poesía pide a gritos, una vez que ha asumido la crisis (“conocer un cuerpo/ pensar/ que así nos podemos salvar/ pero a la vez/ saber que no”) es una reverberancia:

            conocerse
            es dejar que alguien te atraviese
            diga
            con su cuerpo y maneras
           
            qué lugar
            en la memoria de otra persona ocupás.


            Yo creo en el eco de sus poemas. Y creo que mientras se sigan oyendo las ondas sonoras de sus palabras, toda esa búsqueda va a seguir siendo fatigosa, pero también va a seguir teniendo sentido. 


Verónica Yattah , Buenos Aires, 1987.

                                     




3 comentarios:

  1. inconsolable bestia.

    me conmovieron muchísimo los poemas.
    muy densos, mucho contenido que, ciego, se dispara con fuerza a los temores de la intimidad de todos.

    gracias por publicarlos.

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  2. Buenisimos!!!
    ¿acaso en el fin del mundo, cuando "seremos todos iguales", no es como la ley de quiebras de Edgar Lee Master?

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