[ cómo serán los días que me tocan ]
¿cómo serán los días que me tocan
que seguirán afectándome
después de este?
tomar distancia de los eventos
de los colores en el cielo
y las bebidas después
los paisajes;
no hay que salir a buscarlos
entonces la sorpresa
como ese evento vital por fuera de
nosotros
deja de ser
una mera pretensión
fui descubierto
tus ojos
y tu cuerpo también fueron descubiertos
no quiero dejar de verte
estoy en un lugar
que no tiene ninguna referencia
un lugar
que la palabra que lo describe
la tenés vos.
[ sin título ]
estamos
acostumbrados
a
pensar cada momento de la vida
desde
nuestra subjetividad
pero
eso
no
nos hace bien
aunque
sea inevitable
no
aspiro
a
ninguna forma de conocimiento
tampoco
de
poder
decime
que
música escuchás cuando estás verdaderamente sola
decime
cómo
podes soportar el tiempo
y no
claudicar
en
este planeta
la
realidad circundante se puede definir
del
modo que vos quieras
pero
frente a la dudas
la
noche llega para todos
y
elegir cerrar los ojos
para
dormir
y
después despertar
es lo
que nos hacer formar parte de la naturaleza
[ una especie extraviada ]
¿podés entender en qué consiste
ahora
todo esto?
yo elijo mirar el cielo
y ya
trato de no elaborar ninguna idea más
cuando sentíamos
que el horóscopo
nos traía buenas novedades
sin saberlo
o
sabiéndolo pero a la vez asumiendo su
negación
apostábamos al confort que nos daba
a su oráculo tibio y pregnante
actuando
sobre todo nuestro ser
el tiempo
es como una flor,
decías
y los días enteros
se sucedían en la cama
¿podès
aún hoy recordar aquello
o ya tus labios
y tus gestos
se fueron hacia otro lugar?
pienso
en el olor que sueltan los granos de
pimienta negra
cuando con la fuerza de nuestras manos
los destruimos
sobre un mortero de piedra blanca
ya
no queremos rejuvenecer
y tampoco
es necesario
conocerse
es dejar que alguien te atraviese
diga
con su cuerpo y maneras
qué lugar
en la
memoria de otra persona ocupás
[ ahora ]
cierta verdad
la descubrimos cada día
perdidos entre las ciudades
la comunicación
y la gente
todos nosotros
tratamos de entender
cómo el tiempo
y la historia
nos trajo hasta este lugar
yo pienso en las cosas que puedo
y estando solo
ahora
estoy exento de la batalla
imaginarse a Groenlandia
como una superficie blanca y fria que se
derrite
o en el amor
no es necesario
porque la información nunca dejar circular
entre relámpago y relámpago
la vida continúa
y permanecer
significa
que fatalmente algo te atrapó
¿será por eso
que las nubes cambian de forma
y ellas
con su vapor húmedo
nos dan quizás un sentido a nosotros?
al
confrontarnos
con el rostro de otros seres humanos
vemos que fácil
todo
tan rápidamente se puede terminar
[ me gusta que llegue el fin del mundo ]
me gusta que podamos vivir
el fin del mundo
me gusta saber
que ese día
no importa cómo
va a llegar
y también saber
que ahí
únicamente en ese último día
vamos a ser todos iguales
me gusta pensar
que cuando ocurra
yo
voy a estar finalmente solo
me gusta toda la carga de artificio que
lleva sobre sí
la palabra “fatal”
me gusta
descubrir al tiempo como algo amargo
como algo ininteligible
que nos toca
como un cuerpo ciego que con su presencia
nos afecta
y no sabe bien qué es
me gusta entender
que sin sexualidad no habría poesía
que sin días negros
no habría parejas
ni tampoco
perros hambrientos sonriendo en la calle
me gusta entonces saber
que cuando llegue el fin del mundo
vos
te vas a acordar de mi
me gusta
que el amor sea algo imprevisible
me gusta darme cuenta
de la imposibilidad
me gusta decirte
“aunque no queramos”
mientras te miro a los ojos
me gusta comprender
antes de que llegue el fin del mundo
que cuando me necesitaste
yo estuve para vos
me gusta
que el destino, la historia y la
reproducción de la especie
no sean sinónimos
me gusta que
cuando llegue el fin del mundo
yo voy elegir
estar descalzo
[ mi último recuerdo ]
esta es mi despedida
las primeras palabras
que finalmente puedo decirte
para intentar seguir adelante
ahora yo sé
que de lo importante que nos pasa
nunca en la vida
nos podemos olvidar
quedarse con los ojos cerrados
atravesar toda una noche en el vapor
ver la muerte que acontece
al caer desde un balcón y los huracanes
actuando
sobre la tierra
igual a los animales
durmiendo abrigados
en la oscuridad del bosque
compartiendo su soledad
¿acaso
incorporar tantos datos a nuestros días
junto con los alimentos que comemos
para después dormir
no nos obliga
a detenernos en algún lugar?
quiero pensar
que vamos a ir un futuro invierno a la
playa
que
durante esa época la arena elige ser más
fría
y eso es por una precisa razón
si alguna vez me toca perecer en el mar
antes de que me cubra el agua
mi último recuerdo va a ser para vos
[ yo tuve la suerte ]
yo tuve la suerte de encontrarte en esta
vida
porque ahora que pasó el tiempo
y tal vez ya soy alguien diferente
me doy cuenta que tu mirada
me hizo ir más allá
sufrir e involucrarse
gritar en silencio
y pensar en el mar
cuando dormías conmigo
estabas tan calma
te acariciaba el pelo
y vos
recibías todo eso
sin ninguna restricción
¿te dabas cuenta
confundida entre tus sueños
como mirarse así la piel
significa
finalmente conocer?
yo
de esa manera
me constituí
mientras vos tenías los párpados cerrados
y
viendo como subía y bajaba suave tu
vientre increíble
a la par de nuestras imperfecciones
sentí para siempre
el misterio que nos conecta con la
respiración
Joaquín Oreña nació en 1979, en Monte Quemado, Santiago del Estero. Publicó en Huesos de Jibia su primer libro, "Quiero que me dejes en el fondo del mar", en 2009. Ahora, prepara su segundo libro.
Ilustración: Guillermina de La Cal.
El reconocimiento de otra
piel - Verónica Yattah
Los poemas de Joaquín Oreña
exhiben un trabajo interminable. Si Joaquín fuera artesano su mesa estaría
repleta de materiales, de pintura, de manchas. Seguramente intentaría hacer
algo con esos materiales, los asociaría, los daría vuelta. Intervendría la
materia hasta transformarla. Me lo imagino así: al final del día, observando
con alivio el resultado de su trabajo. Pero imagino también la brevedad de ese
instante. Porque entonces su mirada se toparía con materiales nuevos. Como si
alguien (seguramente una mujer) llegara a su mesa a colocar nuevos objetos con
los que él tendría que empezar una vez más.
En este sentido veo continuidad
entre el primer libro de Joaquín, Quiero
que me dejes en el fondo del mar, y esta serie de poemas que probablemente
vayan a formar parte de un segundo libro. Son poemas que parten del
desconcierto. El yo poético asiste a la huella que la experiencia (generalmente
amorosa) dejó. Como un antropólogo, observa la marca y despliega una cantidad
de preguntas agotadoras. Algunos de los versos de su primer libro lo dicen
mejor:
algo pasó ayer
pero todavía no me puedo dar
cuenta
yo sé
que me implica directamente
(…)
Pero
la voz no siempre se siente implicada. La comunión con el mundo o con esa
experiencia amorosa oscila, y por momentos se desvanece. Creo que la angustia
que estos poemas pueden provocar (que provocan en mí, al menos) surge de esa
vacilación. Porque hay momentos donde parece perder la pulseada. Como si esa
voz reconociera su impotencia y se dejara doblegar, asumiendo únicamente el
lugar de la contemplación:
¿podés
entender en qué consiste
ahora
todo esto?
yo elijo mirar el cielo
y ya
trato de no elaborar ninguna
idea más
Sin
embargo esta voz se resiste, no se da por vencida. Porque es en el intento de
conocer donde encuentra su razón de ser. Ese es su espacio. Y además por algo
más: porque ha descubierto que es hablándole a otro u a otra -y no en el
monólogo-, donde va a realizarse. Es el roce y el reconocimiento de otra piel
lo que vuelve a dar sentido a esta búsqueda:
(…)
cuando dormías conmigo
estabas tan calma
te
acariciaba el pelo
y
vos
recibías
todo eso
sin
ninguna restricción
¿te
dabas cuenta
confundida
entre tus sueños
cómo
mirarse así la piel
significa
finalmente
conocer?
(…)
Es
una voz demandante en el mejor de los sentidos; una voz que asume el espacio
vacío, la ausencia y la separación, siempre y cuando siga siendo oída. Lo que
la voz de esta poesía pide a gritos, una
vez que ha asumido la crisis (“conocer un cuerpo/ pensar/ que así nos podemos
salvar/ pero a la vez/ saber que no”) es una reverberancia:
conocerse
es
dejar que alguien te atraviese
diga
con
su cuerpo y maneras
qué
lugar
en
la memoria de otra persona ocupás.
Yo
creo en el eco de sus poemas. Y creo que mientras se sigan oyendo las ondas
sonoras de sus palabras, toda esa búsqueda va a seguir siendo fatigosa, pero
también va a seguir teniendo sentido.
Verónica Yattah , Buenos Aires, 1987.
Verónica Yattah , Buenos Aires, 1987.
inconsolable bestia.
ResponderEliminarme conmovieron muchísimo los poemas.
muy densos, mucho contenido que, ciego, se dispara con fuerza a los temores de la intimidad de todos.
gracias por publicarlos.
muchas gracias por el comentario!
ResponderEliminarBuenisimos!!!
ResponderEliminar¿acaso en el fin del mundo, cuando "seremos todos iguales", no es como la ley de quiebras de Edgar Lee Master?