Tu
verano en el océano
no
dejes que el mar
te
convierta en sirena
acá
en la urbe
los
autos pasan encima de la gente
y
las modernas estructuras empiezan a oxidarse
pero
cuando las calles
se
muestran despejadas
puede
sentirse de a poco
cómo
fluye el magnetismo
antojado
de tu brisa
en
mi cuerpo siento tu marea
y
pienso en toda esa agua
donde
las profecías pronostican nuestro ahogo
Movimiento
telúrico
es
mío el mar
que
se refleja en tu mirada
con
tus pestañas que baten la espuma
burbujeando
en nuestra piel
el
intenso calor
nos
convierte en gotas
igual
de saladas
dejemos
al sol sumergirse en el agua
y
que venga la luna grisácea
a
reflejarse
extendiendo
la noche
funde
su color
vibrante
en el espacio
y
las criaturas de las profundidades
concebirán
como nosotros
su
rito de oscuridad
Regocijado
en la pereza
no
pretendo alterar algo
ni
dejar descendencia
pero
quiero seguir mirando
rascarme
la barriga
mientras
el sol
atraviesa
mis ventanas
el
viento hace flamear las cortinas
también
mis hojas
y
la vibración de los parlantes
marcándome
el ritmo cardíaco
haciendo
nada
mientras
todo está encendido
mudo
el televisor
transmitiendo
la hecatombe
navego
en el computador
sobre
una silla giratoria
deseando
un aire acondicionado
lunación
esta
mañana el sol no emite luz
pero
los pájaros cantarines
buscan
las gotas de rocío
y
las abejas sazonan su miel
en
capullos florales
¿será
porque no paramos
de
aullarle a la luna
queriendo
alcanzarla con la lengua?
Hospital
naval
la
embarcación de cemento
sobre
el asfalto se muestra imponente
y
ni los vientos más tormentosos pueden moverlo
en
sus ventanas esféricas
el
afuera se refleja
como
giros sucesivos
las
chicas de traje blanco
y
guantes acrílicos
nos
incrustan sus jeringas
cargadas
de anestesia
mientras
mis venas absorben el suero
me
veo aislado en este navío
como
uno de los muchos tripulantes
que
aguardan echados en camas altas
para
irse nadando en un sueño
o
salir caminando
Aneurisma
Ellos
ya me creen dormido
hablan
de sondear la arteria
abriéndome
la espalda a pinchazos
y
el mar golpeándome el pecho
en
este quirófano invernal
adormecida
carne
servida
en la camilla
donde
la hoja del bisturí
mortaja
con su ciencia
y
más allá de toda esta anestesia
sé
que volveré a ver mi horizonte
de
pie ante el suelo que me enseñó a caminar
abatidos
los párpados
descienden
como cascadas
de
una blanca luz artificial
en
áridas montañas
grises
por un cielo seco
mientras
un viento me tira de los pelos
abrazo
una gigante piedra
y
le pido que me lleve
a
un pacífico océano
donde
pueda sumergirme
y
luego volver a la superficie
al
despertar
cobijado
por las frazadas
la
ventana trasluce la noche
con
un sosiego celeste
y
siento el céfiro labial
de
un beso húmedo
Ilustración Raquel Cané.
Daniel
Oblitas. Bio.
Nací
en Lima –Perú el 6 de febrero de 1983
Resido
en la Argentina hace 10 años.
Llegué a este país en un bus
naranja oxidado.
En los tres largos días de viaje no paramos de
beber chicha
ni de entonar canciones del Zambo Cavero.
El
chofer también bebía y los caminos se hacían abismales
las
ruedas patinaban sobre el barro pantanoso de las rutas sin asfalto.
Y
yo pensaba en ella, en ese aroma del mar pacifico
También
recordaba con odio a esa vieja cristiana de su madre
que le decía
que yo era un hereje bueno para nada.
Y en el milico de su viejo
que me miraba con desconfianza
por saber andar con los cholos
cantando huaynos.
En ese bus todos huían de algo, sus rostros lo
decían
yo también, pero no determinaba cual de las dos
razones
era la causante de mi partida.
Hasta que llegué a
Retiro y me recibió mi padre, en su casa nos esperaba el asado y el
vino.
Nos sentamos a la mesa y él masticando un trozo de carne
me
dijo que en este lugar había que hacer patria con las fuerza de
nuestros brazos
mientras lo escuchaba
pensaba que debía
haberme quedado con mi madre
allá en las aguas del
pacifico.
Hasta que la noche se hizo presente y buenos aires me
atrapo.
Me vi envuelto en una tribu de desacatados que trafican
gestos de amor en lo cotidiano.
Este lugar es parte de mí, como
lo es el cajón vibrante de los negros de chincha.
Como la
mazamorra morada y el suspiro de una Lima
que no dejo de recordar.
Ilustración Micaela Ramos.
El
canto del mar y la sirena - Anahí Mallol
La
sirena quería ser mujer, mujer a secas, para `poder casarse y vivir
con su príncipe. Pocas veces alguien se preguntó por lo que el
príncipe querría de la sirena, esa mujer de la cual se ha hecho
tanta mala fama. Stevie Smith en un poema bello, irónico e
implacable, “The frog prince”, presenta el punto de vista del
sapo-príncipe hechizado que no quiere ser besado porque no quiere
volver a su vida principesca, adherido ya sin salvación a la
sencillez y la dulzura de su vida de sapo.
En
los poemas de Daniel Oblitas hay también una voz extrañada: la voz
del príncipe enamorado de la sirena, la voz del poeta cautivado por
las palabras, con su mezcla de herida y consuelo. Porque hay un
anhelo por la sirena, hay un canto de amor, que es el del príncipe
que espera, pero hay también una escama o arpón o bisturí que se
clavan en la carne, hay una herida por la que fluye, sangre y agua,
la voz poética. En este cruce los poemas se arman y se desarman como
olas: dicen, desdicen, se encabalgan, continúan, cesan, para volver
a embestir, con furia o con suavidad, las más de las veces, “para
irse nadando en un sueño/ o salir caminando“. Lo que esa voz
acuática moldea en oleadas es una posibilidad (“un pacífico
océano/ donde pueda sumergirme/ y luego volver a la superficie”)
que, así, herida, redime un poco: inmensa, inconmensurable, como el
mar, oscura y luminosa, entre ruinas y esplendorosa, la marea de los
versos hacen la posibilidad de decir: la espera, la esperanza, la
vida como puro acontecer, el lenguaje mismo en el lugar del
acontecimiento, que vela y desvela a su contrincante, la que espera
al acecho, la muerte. Porque dice: aquí está la poesía.
Traducción
de los poemas de Daniel Oblitas
por
Daniela Camozzi
Your
Summer in the Ocean
do
not let the sea
change
you into a mermaid
here
in the big city
cars
run over people
and
modern structures begin to rust
but
when the streets
are
finally clear
you
can gradually feel
how
magnetism flows
longing
for your breeze
I
feel your tide in my body
and
I think of all that water
the
prophecies telling of our drowning
Earth
Movement
I
own the sea
reflected
in your eyes
your
lashes battering the foam
bubbling
on our skin
the
blazing heat
turns
us into drops
equally
salty
let’s
let the sun sink into the water
and
the grayish moon
mirror
herself
expanding
the night
melting
its vibrant color
into
the space
and
the creatures from the depths
shall
conceive like us
their
rite of darkness
Solar
Hair
you
make me sleep
bathing
in light
rocking
me
on
the surface of an ocean
A
Boy from the Provinces
with
my right hand
I
cross my chest
and
I march offering
my
arms’ strength
I
bear on my shoulders
the
beam’s weight
and
every day I am
awaken
by the nails
Lazy
I Rejoice
I
do not intend to change things
or
leave any offspring
I
just want to keep watching
scratch
my belly
as
the sun crosses
my
windows
the
wind flaps the curtains
and
my leaves
as
the speakers vibrate
setting
my heart beat
I
do nothing
while
everything is on
a
mute TV
broadcasting
the bloodbath
I
sail the computer
on
a swivel chair
wishing
for an air conditioner
moon
orbit
there
is no sunshine today
but
still birds are chanting
searching
for dew props
and
bees season their honey
into
flower buds
could
this be because
all
we do is howl at the moon
trying
to touch it with our tongues?
Naval
Hospital
the
concrete-made ship
shows
herself majestic on the asphalt
and
not even the stormiest wind can move it
its
spherical windows
reflect
the outside
in
endless spins
white-suited
girls
wearing
acrylic gloves
stuck
their syringes
full
of anesthesia into us
as
my veins absorb the fluid
I
see myself isolated in this ship
one
of many sailors
lying
still on high beds
awaiting
to swim away in a dream
or
get out walking
Aneurism
they
think I am already asleep
talk
about probing the artery
tearing
up my back with their needles
and
the sea striking my chest
in
this wintry operating room
numbed
flesh
served
on the medical table
where
the scalpel blade
shrouds
with its science
beyond
all this anesthesia
I
know I will see my horizon again
standing
on the soil that taught me to walk
downed
eyelids
flow
down like waterfalls
of
a white artificial light
on
arid mountains
grayed
by a dried out sky
a
wind pulls my hair
and
I hold on to a giant stone
begging
that it takes me away
to
a soothing ocean
where
I can dive deep down
only
to come back to the surface
when
I wake up
wrapped
in my warm blanket
the
window lets the night in
with
a bluish quietness
and
I feel the labial zephyr
of
a wet kiss
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