La época tiene
su atractivo de libro de historia
sumado al otro
atractivo de ser actual
y quedar nada
más que a unos cuantos pasos
de la puerta de
casa, donde concentran, a veces, cada día,
sectores de
masas diversos, atentos
a sus reclamos.
Este mediodía en Atenas
enfrentaban,
congregados, el ajuste.
Este mediodía,
el sol, en Córdoba, mostraba
toda su
experiencia de miles de años,
la preparación
de una huelga general
en Grecia,
contra la troika que negocia condiciones
para una nueva
ayuda financiera,
aunque el
ministro de finanzas asegure
que el dinero
alcanza para pagar hasta noviembre,
y aquí la FIAT informe que no habrá
suspendidos el viernes
porque Brasil
empezó a mover, nuevamente, los mercados,
el 19 de octubre
marcharon en Atenas
más de medio
millón. Decenas de miles
en todas las
ciudades griegas
mostraban el
futuro de la Unión
Europea ,
porque las
ciudades, como las personas, cambian,
aunque el sol
del mediodía sea el mismo (el mismo sol
que permitió a
Aristóteles estudiar los eclipses
y la
poesía) y aunque se insista con estar blindados,
Volkswagen
aquí adelanta vacaciones,
Renault
suspende por falta de insumos,
y nos movemos,
alterados, bajo el sol inalterable
del mediodía,
entre la experiencia, la mentira,
la convención y
las posibilidades de que ocupemos la historia,
como en Atenas hoy
se ocupaban
edificios
públicos, calles y portadas
en los diarios
del mundo.
Gran depresión
adeudado a Ezra Pound
“For us, there is only the trying. The rest is not our business.”
T. S. Eliot
Es necesario
gastar
para evitar caer
en la depresión
dijo el FMI,
la crisis
recesiva es ya intolerable.
No estamos en
tiempos normales,
estamos en
tiempos extraordinarios.
El déficit y la
desaceleración,
la única forma
de salvar la economía, dijo Bush.
Hay que echar el
lastre para subir,
pero cuánto del
pasado es desechable.
El crédito y el
consumo se derrumban;
el capitalismo,
tal como me enseñaron,
es una usura
despiadada, un robo sin orden ni control;
el capitalismo
nos ha enseñado
a no desear a la
mujer del prójimo,
sólo su trabajo,
que vale más que
una mujer.
Era una
decisión,
la caída del
euro no te iba a afectar en lo más mínimo.
¿Habrá sido por
eso que te fuiste?
Los países de
Europa tienen bancos más grandes que sus estados nacionales;
es imposible
cualquier salvataje.
será Europea
pero no es para nada una Unión.
La ciudad se iba
llenando de basura.
Pero no te
importaba. Te ibas,
arreglabas los
últimos asuntos.
Nuestras casas
ya valen menos
que los créditos
que por ellas pagamos.
Es mejor
abandonarlas, irse a otra casa,
o dejar de
pagar.
Es mejor irse,
decidiste,
y diste origen y
motivo a una gran depresión.
La realidad de
las pérdidas contrasta con las ganancias ficticias.
Toda riqueza
queda en el pasado.
Los periódicos
hablan ahora de China y de América Latina,
pero los
capitales se fugan, la moneda se devalúa,
y los “países
emergentes” son sólo eso,
países en estado
de emergencia.
Y mientras
tanto, la ciudad se va llenando de basura,
y tres años de
vida entran apretados en dos valijas.
Yo quedo afuera.
Sólo ocupo el
lugar de la basura, el desecho despreciable de un pasado inventado y fabulesco.
¿Cuánto del
pasado es desechable?
Los bonos
tóxicos son créditos del pasado,
un banco vende
el crédito, otro lo compra y lo quiere vender;
y todo queda en
el pasado, querida.
Toda riqueza
queda en el pasado.
Qué bella forma de
inventarse uno y hacerlo llamativo.
¿O no?
¿Habré sido,
alguna vez, parte del presente?,
¿o alguna
esperada promesa por cumplir?,
¿algo más que un
recurrente recuerdo fabricado?
Incluso cuando
estaba al lado tuyo
y decías que
había cosas que seguramente eran el amor
formaba todo un
pintoresco recuerdo
que sería mejor
tener que no tener.
Siempre es
preferible olvidar que ignorar.
Sólo nos queda
el intento y nada menos
de nada podemos
arrepentirnos;
el resto no es
asunto nuestro,
no hacemos
dinero con este negocio.
No hagas caso,
querida. No me prestes atención.
El despecho
contamina más que la basura.
Veo, no es éste,
seguramente, el olor natural de la ciudad.
Tampoco es tu
hábitat ni el mío.
Fue sólo un
pequeño pedazo de tiempo y de tierra que a ambos nos ha pertenecido
por sólo un
pequeño pedazo de tiempo y de tierra.
La eternidad sólo
se mide adentro de los museos.
No hagas caso.
Es solamente un
conflicto por la basura
pero no es
nuestra basura.
Basura son
judíos y cristianos,
y con usura van
juntos y olvidan
que son judíos y
cristianos.
El capitalismo
es una usura despiadada
que nos ha
obligado
a no desear a la
mujer del prójimo,
porque, después
de todo, es propiedad privada.
Resultados electorales
Los diarios
publican hoy en tapa
los resultados
electorales, y ofrecen
pasar en paz el
resto de la jornada.
Podríamos
aceptar la oferta, si es que aún nos toleramos.
Lo haríamos, ¿no
es cierto? Afrontaríamos
con gusto ese
resto de día que nos dejan.
En paz, en
guerra, según sea el humor
que nos domine,
o el que demande la ocasión.
Lo que vale para
nosotros podrá no valer para el resto.
Algo se perdió
en el camino para llegar hasta aquí. Pudimos
haber
prescindido de fines inútiles, o habernos dignado
inclinarnos para
recogerlo del suelo si nos hacía falta.
Era necesario
comprobar que el tiempo
pasaba para
nosotros también, y no solamente
para cada uno.
Un poema de mañana
no puede evitar
los titulares, ni prescindir de las páginas
que comprueban,
con crueldad, que el tiempo es algo colectivo,
y para nada
indiferente. Un porcentaje así
no augura la paz
sin el conflicto.
Lo que vale para
el resto valdrá también para nosotros. Si asesinan
por negocio, por
delirio, o por violencia
de género o de
cualquiera; si amenazan con default o recesión
en países
lejanos que no pensamos visitar
revolucionan
nuestro tiempo y es cada vez menos
el que
disfrutamos en paz entre los dos
los fines de
semana o los feriados, las horas vacías
que ya dejamos
de ocupar y que nos ocupan
los dueños de la
única materia con que contamos
para hacer, con
pedazos de estación, nuestra vida en común.
Hoy también
Como hombres de
razón que somos,
nos mantiene
vivos
un montón de
asuntos pendientes,
según hoy mismo
he comprobado cuando,
luego de
ordenar, con paciencia
pero sin
tranquilidad, mis papeles,
haciendo que el
tiempo me pase
en lugar de
dejarlo pasar,
renunciando a
cualquier expectativa de abandono
o permanencia
contemplativa,
y entregándome,
para mi mayor seguridad,
a la razón del
tiempo y al ordenado deber
de cumplir con
los días,
en éste de hoy,
he dejado mi
casa tranquila
(cotidiano,
nuevamente, imperativo de la razón)
para salir a
buscar,
casi sin
razones, salvo
la de agregar
algunos asuntos
nuevos a los ya
pendientes,
y volver a
comprobar que no hay ninguna,
salir a buscar,
entonces,
la necesaria
porción de bienes
y servicios
previos
a la felicidad.
Manifiesto
Siendo como eres
un fantasma
que recorres
Europa, América,
el mundo, y me
recorres;
siendo como
eres, tú y no vos,
qué otra cosa
puedes hacer
más que
aparecerte así, esporádicamente,
ocupando los
espacios de alegría
de esta rutina
depreciada.
Si llevamos al
extremo aquel camino
si alguna vez
serviste para algo
si hasta las
vías del tren se cruzan
en el infinito,
seguramente es
otro el tiempo recordado.
La noche es
invisible,
es el invisible
nexo de momentos
de dos momentos
claros, distanciados.
Decías que
íbamos a llegar, y yo confiaba,
que no nos iba a
envolver la oscuridad,
y yo confiaba,
que la costumbre
de la derrota no nos hace fracasados
pero sí el hecho
de aceptar esa costumbre.
Y yo confiaba,
tenía en los
ojos la nostalgia que enamora a las mujeres;
tenía los ojos,
destruidos a
cuenta de esperarte.
El otoño es
recurrente, son siempre las ausencias
las que parecen
ocuparlo.
Vaya día el de
hoy, cuya noche invisible
sirve para
entregarnos en uno, dos momentos.
La suerte nos
espera.
Por ahora,
tengo con qué
llenar mi mente.
Galileo
Y el único deseo
fue el de un momento, un lapso
de quietud que
sin embargo se mueve.
El momento en
que el hombre
deja de ser el
sol para ser el hombre
y organizar su
trabajo.
El hombre debe
organizar su trabajo,
usufructuar su
trabajo,
sudar su frente,
como si el sudor
fuera ganarse el pan,
como si el pan
no fuera
su propia fuerza
del día siguiente
para el trabajo,
solamente.
Y resultamos
todos tontos
por aspirar a la
quietud sin movernos,
por aspirar a la
paz sin siquiera hacer la guerra.
No hace falta
una palanca para mover al mundo.
La ciencia y la
fe deben ser campos delimitados
para que no haya
interferencias entre ellas.
¿Y a quién mandó Josué detenerse?
Y acudió Israel
a su Dios en su defensa.
Y su Dios maneja
los cielos,
y las tormentas
de granizo.
Y sus
instituciones manejan la tierra.
¿A quién mandó
Josué que se detenga?
Sólo lo que se
mueve puede detenerse.
Ya superan las
de Israel
a las muertes
del granizo.
Sólo la final
guerra dará inicio a la paz.
Transición
No fue tragedia
la primera, ni sería
farsa la segunda
vez que nos encontremos,
nosotros mismos
o distintos, o este martes
negro que no es
y hace años se prolonga
y no acaba ni
con Grecia, ni con Francia, ni Alemania,
ni con nosotros
acaba, esta vez tampoco;
ni el tiempo y
el espacio nos acaban.
No hay heroísmo
en abandonar el conflicto
y evitar dar la
pelea. Son éstas
las condiciones
y el estado
de equilibrio al
que llegamos sin siquiera
habernos
propuesto ese deber
de sentir, como
mandato, el peso
de esta tarea de
vernos obligados
a construirlo
todo, incluso
lo necesario
para destruir
el estado en el
que nos tienen las cosas;
este ahogado
estado de las cosas:
si se han ido
las circunstancias, entonces,
se ha ido
también el amor;
mil bancos
pueden derrumbarse sobre el vientre
de mis hijos, o
los tuyos, o los otros,
los frutos que
evitamos por propia decisión
y que ya no
vuelven con el tiempo
porque no acaban
con nosotros
ni el tiempo, ni
el espacio, ni estas pobres circunstancias
que, agotadas,
entonces, se llevan el refugio
y no nos dejan,
al parecer, otra cosa más que algunas
deudas
imposibles de pagar,
la pura
intemperie de esta transición
en la que nos
ampara el amor,
o nos destruye
el estado.
Franco Boczwowski nació en Presidencia Roque Sáenz Peña, provincia del Chaco, en 1983. Reside actualmente el Córdoba, donde trabaja como docente.
O en un verso:
Como don natural del transcurso conservo
a esta altura, una cuota normal de enemigos
más un puñado, pequeño, de amigas, y ambos
se ofrecen para entregarme, cada tanto, sus favores.
Entre dos
infinitos, un poema y una crítica y una revolución… - Javier Ramacciotti
0-
Antes de saber que Franco
era escritor, sabía que era militante del Partido Obrero. Como cursamos la
misma carrera, en varias oportunidades me lo crucé en el edificio donde se
daban las clases, ya sea repartiendo el diario del partido, ya sea en la mesita
de la organización. Ya en esa época, me estaba alejando del troskismo, y por
esas cuestiones de despecho amoroso- toda ruptura, sea con quien sea, es del
orden del amor- trataba de evitar toda discusión con quienes aún estaban en ese
espectro político-ideológico; y sin embargo, con Franco intercambié algunas
veces ciertas palabras, o más bien lo escuché, porque había algo en el tono y
el gesto que se alejaba de cierta cantinela que conocía y no estaba dispuesto a
soportar en ese momento (las heridas, lo dije, eran frescas). ¿Qué tiene que
ver todo esto con un escrito que se supone tiene algo para decir de los poemas
de Franco? Que luego pasaron años, lo crucé en varias oportunidades, en lecturas
y clínicas de poesía, en marchas, en asambleas, y nunca tuve la oportunidad- o
nunca inventé la oportunidad- de hablar sobre aquello que nunca hablamos: mi
distancia respecto al troskismo, una distancia desde la que no pude evitar leer
la serie de poemas. Quiero decir: hubo algo en mi lectura de los poemas que
activó una reflexión en cuyo núcleo, me parece, se cifra esa suerte de
“des-atracción gravitatoria” con respecto al horizonte último del troskismo: que
para mí ser irreductiblemente históricos significa que somos el conjunto de las
mediaciones que nos sobredeterminan, y que ello termina conduciendo a diferir
ese momento de superación dialéctica de las contradicciones- La Revolución y el
socialismo-, porque eso sería eliminar las mediaciones en una inmediatez que
permitiría una reconciliación más mítica que posible. En alguna página
bellísima, Deleuze afirma que no le gustaría escribir algo que entristezca al
autor del texto comentado; a mí tampoco me gustaría entristecer a Franco. Puedo
decir- crítica impresionista mediante- que sus poemas me gustan bastante, tanto
más aquellos donde el yo lírico se trenza con la época de un modo irreductible,
ahí donde no prima el sentimentalismo expresivo sino que, por el contrario, uno
adivina en las huellas de su cruce con la historia una vida afectiva que le
pasa pero también lo sobre-pasa, exhibiendo que hasta la fibra más íntima es
sólo comprensible tras el trajín del devenir en las arenas del movimiento, del
tiempo y lo colectivo. También podría agregar que sus poemas reformulan una
genealogía de la “poesía política”, más cercana a la escrita en la estela de
los 90 (Raimondi, Rubio, Gambarotta) que a la de los 70, y que la torsión
singular que realiza Franco me interesa desde que lo escuché por primera vez, y
que aún estoy esperando su libro. Y podría acotar, también, que Gran Depresión y Bancarrota son mis dos poemas preferidos, y que no me canso de
leerlos. Podría escribir todo eso- y de hecho lo hice- pero también quisiera
dejar constancia aquí- a riesgo de entristecer a Franco, y a los lectores- esa
reflexión a la que hice mención anteriormente, y que no es previa- no es
solamente previa- a la lectura de los poemas, aunque tampoco esté completamente
en potencia en ellos: es algo que, supongo, sucedió en el medio, entre los
poemas de franco y mi lectura, entre las discusiones que no tuve con franco y
mi lectura, entre las discusiones que sí tuve con el troskismo y mi lectura, en
resumen, entre todas las voces que viven en mi cabeza y mi lectura. Que unos
poemas habiliten, e intensifiquen, la formulación de un problema, no puede no
hacer más que hablar bien de los poemas. Que se entienda entonces lo que sigue
como un ampuloso gesto de alegría por la lectura y su devolución. Y también,
por qué no, como la continuación de un diálogo interrumpido, y el inicio de uno
nuevo. La crítica puede ser muchas cosas, no sólo- ni principalmente- el juicio
de valor estético; también es una forma de la amistad a la lejanía, o en una
palabra que tanto Franco como yo apreciamos: la crítica es una camaradería, el
lugar donde se deviene camaradas.
1-
Los poemas de Franco son un
ajustado experimento de montar una intimidad en sus momentos de entrada y
salida del marasmo de la época, las posibilidades y las experiencias de
ingresar al escenario de la historia (“y nos movemos, alterados, bajo el sol inalterable/del mediodía, entre la
experiencia, la mentira,/la convención y las posibilidades de que ocupemos la
historia”), pero realizados con los materiales mismos de la época y la historia,
es decir, mostrando de hecho- en la hechura del poema- que la voz más personal
se arma con lo más impersonal, y que sin embargo eso no la anula sino que, por
el contrario, se conquista una inédita singularidad tanto más impresionante
cuando más sociales son las hablas que retumban en su tañido. O dicho de otro
modo- siempre hay por lo menos dos modos de decir una cosa-, los poemas de
Franco, armándose con los elementos de la “realidad”, van más allá de la
realidad, no la reduplican, aunque tampoco tracen un reino escapista que la
ignore. Y ese efecto es el que me atrajo, y actualizó la vieja querella por la
politicidad de la literatura, por su intersección o sus mutuos desintereses.
Porque es obvio que hay algo del orden de “lo político” en los poemas de
Franco, pero también es obvio que lo político no es una dimensión contenidista
ni temática, que terminarían por volver superfluos los poemas una vez
transmitida la información que se quería “visibilizar”. El poema no está en
lugar de lo histórico-social, sino que es él mismo el lugar de su
escenificación reordenada (ya que el poema, lo dijimos, se escribe con
fragmentos de los discursos sociales, con el “se dice” del rumor cotidiano, con
el lenguaje y la óptica de los diarios, pero articulados de un nuevo modo, es
decir, ya no cristalizados sino expuestos en su más íntima naturaleza: el
cambio, el conflicto, la alteración, el hecho de carecer de “íntima
naturaleza”). Y entonces, de nuevo, el problema de lo político y la realidad me
remitió a David Viñas, y a un detalle que no suele ser tan remarcado como debería
serlo: su libro de 1970 se titula “Literatura argentina y realidad política”
mientras que el de 1995 lleva el nombre de “Literatura argentina y política”;
entre los 70 y los 90 no sólo pasó el tiempo sino que hubo un deslizamientos de
paradigma en la comprensión de la politicidad de la literatura, deslizamiento
que me parece está en los poemas de Franco, pero cuyo radicalización más allá
de este ámbito (su extensión a la politicidad de lo política y la militancia,
por ejemplo) conduciría a un punto que no sé si Franco estaría dispuesto a
ceder. La “realidad” no es sólo una palabra-que-falta en el segundo libro de
Viñas, sino que a partir de ahí podemos pensar que ella misma se ha anulado
pero que, al saber que falta, mantiene sin embargo una suerte de persistencia
espectral: la realidad devino la irrealidad vaporosa de la realidad( ¿qué es
“la realidad de Grecia y La
Troika ” en los poemas de Franco sino algo fantasmal, sin la
consistencia de lo que es por sí y en sí, vieja definición de substancia, cuyo
uno de sus nombres fue “realidad”?). En consecuencia, y siguiendo con los
títulos de Viñas, el lugar (sin lugar) del contacto entre “literatura” y
“política” es la de un retiro de la
realidad(es su borramiento lo que, de hecho, acerca las dos palabras), cuya
estela persistente llamamos “irrealidad”. Y podríamos, para acercarnos, usar
una palabra marxista para rodear esta “irrealidad” e indicarla en los poemas de
franco: esta palabra es “mediación”( y acá la importancia de que los poemas
estén construidos con piezas de esa máquina ejemplar de la mediación que son
los mass-media, “los medios”; pero también que en aquellos que podrían remitir
a un conflicto afectivo en general la interlocución esté ausente o a punto de
estarlo, porque eso quiebra la inmediatez de face to face, e instaura a la
letra como la mediación necesaria incluso en el seno de lo más personal). ¿Pero
qué implica la mediación absoluta- mediación de mediaciones sin salida- no sólo
en La Historia ,
sino también en la poesía, e incluso en el amor? En principio, que el rostro de
lo deseado está siempre en otro lado; o mejor- porque no hay otro lado- que el
rostro deseado es el otro lado acá y
ahora. Doble dimensión entonces de la irrealidad o mediación de mediaciones
como lugar de encuentro (im)posible: por un lado no hay un “reino detrás de las
imágenes” pero hay, sí, la necesidad de hacer con las imágenes un reino más
justo aquí y ahora, aunque sea un pedacito de tierra y tiempo: “Fue sólo un pequeño
pedazo de tiempo y de tierra que a ambos nos ha pertenecido/por sólo un pequeño
pedazo de tiempo y de tierra./La eternidad sólo se mide adentro de los museos.”.
Es decir, quizá en el fondo de la búsqueda- de cada uno, de la poesía, de la
política, de todas ellas juntas- no haya nada. Quizá fuera como atravesar las
puertas de la ley ( del lenguaje, del capitalismo, etc) y encontrar más puertas
y más guardianes, o encontrar el reverso de la única puerta, exactamente igual
que la del otro lado. Pero, a su vez, no podemos dejar de pensar- y sostener
cada uno, la poesía, la política, todos juntos- que hay un grano de
insuprimible consistencia oculto en algún recoveco de las remitencias de las
mediaciones: no podremos ya darle un nombre único y estable- “Lucha de clases”,
“Poesía”, “proletariado”- pero vale la pena sostener su existencia irreal, así
como sostiene el poema que “hasta las vías del tren se cruzan/ en el infinito”,
y sepamos que no es así. Sucede lo mismo que sucede con los poemas de Franco:
cualquier análisis estructuralista o socio-discursivo podría enumerar el
conjunto de las series que lo hacen posible, desde las posibilitantes lingüísticas
hasta las más amplias doxas culturales y, sin embargo, justamente aún no se
explicaría estos poemas en su singularidad, el hecho mismo de que existan sin
equivaler a otros: su existencia-así
es un arrebato, un suplemento(ni de economía, ni de cultura, ni de deportes, o
todos ellos mezclados), una irrealidad. Eso que, no estando sin mediaciones,
está al margen o al costado de las mismas, como una suerte de exceso: ¿y no nos
susurran la política, el amor, la poesía, nombres posibles para ese grano de
exceso de realidad?
No sé si hay algo como “La Revolución ”, pero sí
puedo arriesgar- por todo lo dicho, comenzando por los propios poemas de
Franco- que “revolución” sea tal vez el nombre de una tarea imposible- pero
impostergable a la vez- de arrebatar, cada vez, un margen de suplemento a la
realidad, una suerte de interrupción ínfima de las mediaciones, algo así como
una imagen reluciendo un milímetro por encima del caudal de La historia y sus
remolinos: como en la escritura de Franco, “revolución” tal vez sea arrebatar
un poema a la realidad política y otorgarle, así, una chance de irrealidad.
¿Suena a poco? Probablemente.
¿Podemos más? Bajo este sol pienso que no, pero tal vez haya una noche en que
sí, un momento que no veo y en el que lo distante será cercano, y lo enfrentado
será unido: “La noche es invisible, /es el invisible nexo de momentos/de dos
momentos claros, distanciados.”
Javier Ramacciotti, Córdoba, 1985.
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