"Estoy por sacar una novela" me dice Santiago Rouaux, hace poco, en la presentación del libro de un amigo en común. "Es un proyecto autogestivo, junto con otras dos personas, y nos encargamos de todo: la edición, el diseño, la distribución". La presentación del libro de nuestro amigo se hizo en un Centro Cultural, un lugar increíble, en dónde nos reciben como en una verdadera fiesta: un bartender prepara tragos, ofrecen bocaditos, la música de fondo acompaña perfecto. El autor del libro se había encargado de todo, hasta el mínimo detalle, junto con su familia. Se habían movido por su propia cuenta para gestionarlo así.
Llega el momento de las palabras. Primero, la editorial. El representante de la editorial dice estar feliz de estar ahí, junto con nosotros. Sonríe. Dice también estar sorprendido por los avances del personaje. "Sabíamos de lo que el autor era capaz", dice. Habla el representante de la editorial, la misma que había demorado unos dos años en publicar a nuestro amigo. En ese tiempo, la editorial no contestó mails, o tardó mil años en hacerlo, o pateó para más adelante o directamente olvidó alguna reunión pautada y, una vez publicado, no le entregó más que un puñado de libros de cortesía.
Esta imagen se repite bastante. Hay otras anécdotas, pero no vienen al caso.
Me acordaba de Nicanor Parra, cuando dice los poetas bajaron del Olimpo, lo tienen? Ese poema me movió el piso desde la primera vez que lo leí. Me parece un poema-pregunta, que cuestiona la retórica vacía, el poema mecánico, los peligros del automatismo de cualquier persona que escribe. Pensaba que, en este tiempo, en dónde existen blogs, revistas virtuales, editoriales autogestivas, proyectos cooperativos y ediciones colectivas, como la de Santiago y tantos otros, los editores también debieran releer a Parra. ¿No sería genial? ¿No estaría buenísimo leer un verso que diga, de una vez, los editores bajaron del Olimpo?
Patricio Foglia.
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