Andrés Lewin - Una pausa en el tiempo





El perro

Aquel día en que saliste a buscarte
trepaste a la montaña
y anduviste entre senderos
de sauces y rocas.

Aquel día
en que el perro te seguía
no dejaba de seguirte
aún cuando le decías que no
mirá que es jodido
el lugar al que voy.

Pero el perro
con esa carita de perro
te miraba a lo profundo de tus ojos
y no podías dejarlo
porque al fin y al cabo
los perros son perros
y entienden de lugares.


El misterio

Una pelota
pasa bajo tres caños
y toca una red.

Un hombre
abraza a su hijo
y le seca las lágrimas.

La pelota
no conoce a ese hombre
ni tampoco a su hijo.

La batalla
En la esquina de Alberti y San Juan
un pibito limpia los vidrios
de todo auto que pasa.

El muchacho
conoce cada una de las caras
de hombres y mujeres
angustiados al volante
apurados
luchando contra el tiempo
en una difícil batalla
porque el pibito bien sabe
que los vidrios
pueden limpiarse
pero las caras
¿y las caras?


El vendedor de panchos

El vendedor de panchos
un día te ilumina
te dice que no hay forma
que ciertos insomnios y dolores
hay que atravesarlos
iluminarlos
si no querés
ser uno más
entre tanto pancho
con mostaza y mayonesa.


Ahicito nomás

donde el tiempo corre lento
o no corre
donde el aire
es poco pero alcanza
y el lago
le habla a las estrellas
que a veces responden
y a veces se olvidan.


El regalador de sonrisas

El regalador de sonrisas
camina por los bosques de eucaliptus
recoge unas frutillas del suelo
baila sobre hojas caídas
se trepa en un árbol muy alto
tan alto que toca una nube
la nube muy bien acolchada
la siesta que es linda en la tarde
la tarde en que baja del cielo
se acerca hacia el barrio
y hoy día, el regalador que anda por la plaza
sonriéndole a los niños que pasean.



La pausa

Una pausa en el tiempo
en el inexorable tiempo que no pausa
y los pausados
que salen de pesca
la pesca
que es siempre una excusa
para el fuego por la noche
y es la noche
la que envuelve a los pausados
que piden otro chori
que acompaña al vinito
que es un brindis por la vida
esta vida que se trata de las pausas
o como dice Damián
la vida suspendida
entre asado y asado.


El tiempo

Hoy mismo el tiempo se detiene
ya nada envejece
día tras día serás un hombre
de treinta y tres años
con un pájaro en la ventana
que será siempre el pájaro de tu ventana
y la palabra siempre
sinónimo de ahora
ahora
que Paola tiene veinticuatro
y es madre de Ignacio
(de cuatro)
cuatro veces por semana
que Manolo compra choclos
a Walter que los vende
a un precio que no sube
porque hoy no se fía. 


A Humberto Costantini
Las banderas

En este solemne acto
en pleno uso de las responsabilidades que me han sido asignadas
y en custodia de los altos honores de la patria
declaro al pueblo movilizado:
a partir de las cero horas del próximo día
comienza lo que empieza
y disculpen la torpeza del discurso
pero basta, basta
ya no admitiré
bajo ningún punto de vista
que cuando un hombre de nuestro pueblo
mire a la cara a un hombre de otro pueblo
no haya una sonrisa
una mano tendida
porque todos sabemos
que las únicas banderas posibles
son la belleza, la alegría, la ternura.


Las cosquillas

Don Pascual,
¿le puedo hacer una pregunta?
¿conoce usted la razón
el motivo por el cual
de repente llega una tarde
en que perdemos las cosquillas?
¿Existe acaso un día tal, Don Pascual
en que nuestra piel
olvida la alegría?


El partido

Cuando el bien y el mal definen por penal
Federico se come las uñas
tanto nervio
no se puede sostener.

El partido es bravo en serio
se ha jugado con el cuchillo entre los dientes
pero como en toda definición por penales
la justicia es una cosa muy rara
por eso Federico
apaga la tele
duerme una siesta
y hace justicia
escuchando el latido
de los propios corazones.


El trashumante

Juan Ernesto se carga
la ropa al hombro
y sale a las vías.

Son días de mate
fogones, y dormir
en el hotel de mil estrellas.

Porque al fin y al cabo
somos animales
buscando lugares.

El beso

¿Y si de veras nos besamos?
¿Y si tu lengua se acerca a la mía
mis labios con tus labios
la carita hacia el costado
y de veras nos besamos?
¿Y si de veras nos besamos
en la mañana
cuando todo está por empezarse
los grillos comienzan su trabajo
y de veras
de veras nos besamos?


El aire

El airecito que hoy nos envuelve
no es el aire general
este airecito
tiene tus olores
tus silencios
tu mirar hacia la nada
como si en la nada hubiera algo
que explique este airecito.




Nació en Buenos Aires en 1978. Publicó El ruido de los rios (En el aura del sauce, 2011) y La vida suspendida (En el aura del sauce, 2013). Algunos de sus textos pueden apreciarse en los blogs www.andreloweb.blogspot.com y www.barlapelotanosemancha.blogspot.com


Ilustración: María Abásolo.


El dibujador de sonrisas - Jorge D'Alessandro

            Humberto Constantini demostraba en su poema-teorema “Álgebra[1] cómo los autos circulando por la Av. Cabildo armaban a coro la música de la soledad. Así, con elementos cotidianos, genera algo más grande, superior (tal vez esencial) que no vemos normalmente o elegimos dejar pasar. De la misma forma, los poemas de Andrés Lewin rescatan la ternura que, todavía, es posible en este mundo, poniendo el foco en varios microcosmos interrelacionados. Y sale a la cancha, apostando a esta tesis fundamental.

            Los personajes de sus textos no son extraordinarios. Son personas que venden panchos, limpian vidrios, son amigos, perros o vagabundos. Pero con alguna palabra, acción o reflexión cambian y hacen del mundo un lugar mejor (aunque sea por el breve instante que dura cada poema). Y ahí está Lewin para retratarlos.
Por ejemplo,

“…porque el pibito bien sabe
que los vidrios
pueden limpiarse
pero las caras
¿y las caras?

reflexiona el limpiavidros de Alberti y San Juan mientras

“…el vendedor de panchos
un día ilumina

ilumina (tal vez) un corazón roto.

            Escenas como éstas se suceden una tras otra en los textos que conforman la nueva producción de Lewin. Cada poema es un cristal mágico que hace aparecer en cuerpo y alma a estos personajes y su sabiduría en cualquier esquina. Cómo ese perro tímido que acompaña a los que pasean por el cerro o el vagabundo que duerme en el hotel de mil estrellas, Lewin sabe de lugares y de personas.

            Otro gran protagonista de estos versos es el tiempo, que paradójicamente corre lento o se detiene. Una interrupción precisa, esperada, para que podamos besarnos realmente, dar un abrazo o esperar la sabia respuesta de Don Pascual. Pero también se suspende entre asado y asado (como dice Damián // la vida suspendida // entre asado y asado). Ese asado con amigos, principal motor para que el tiempo tenga sentido y siga su curso.

            Lewin logra, con un lenguaje simple y sin rodeos, elevar situaciones aparentemente comunes a una categoría sagrada: encuentra sin esfuerzo lo mítico en lo cotidiano. La felicidad y la desesperación disfrazadas de gol.

            Eleva las banderas de la ternura y la belleza con gran destreza y es imposible no ver una gran manifestación pidiendo por ellas. Como un gran dibujador de sonrisas, Lewin nos hace volver a sentir cosquillas y alegría con sus nuevos textos. Tal vez no haga falta preguntarle nada a Don Pascual.
 

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